“Hoy de nuevo es Miércoles Santo. Y tal día como hoy, un Miércoles Santo de hace justo veinte años, mi abuela Julia me cosía, con el mimo que la caracterizaba, el escudo de la Archicofradía de la Merced sobre el hábito blanco para salir, por vez primera, en procesión junto a nuestro Jesús Nazareno.
En aquella mi primera procesión, salí portando un hachón a la par de nuestro Paso, llevado a hombros por nuestros costaleros. Ese mismo año, al día siguiente, Jueves Santo, fue también la primera procesión para la Banda de Tambores de la Merced. Agustín, Francisco, Tomás, Javi e Isidro, bajo la dirección de Víctor Aja Trueba, procesionamos con los nervios y la ilusión del que empieza algo por primera vez, con los tambores y los hábitos de aquellos que nos precedieron en décadas atrás. Y a cada golpe de baqueta, a cada redoble de tambor, aquellos del pasado regresaron a aquel nuestro presente, y se camuflaron entre la gente que veía la procesión en las calles para contemplar, de nuevo, a su Jesús Nazareno y comprobar que aquellos viejos instrumentos volvían a recobrar vida para seguir alentando el recuerdo de los que fundaron y amaron a esta vieja capilla, a esta Archicofradía de la Celeste, Real y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced. Con el tiempo, llegarían las cornetas y las trompetas, los hábitos nuevos, los nuevos instrumentos, las nuevas gentes…
Han pasado veinte años de muchas cosas, de multitud de vivencias, de gratos recuerdos y de una relación de fraternidad y amistad poderosa que se ha mantenido intacta hasta este Miércoles Santo de 2004 en el que todo parece comenzar de nuevo.
Este Miércoles Santo, nuestro Jesús Nazareno procesionará por las calles de Santander y en dirección a la Prisión Provincial, donde se liberará a un preso. Y lo hará acompañado de nuestra Madre, Nuestra Señora de la Merced, sobre unas andas profusamente trabajadas para llevar a una imagen realizada este año y que nos transmite serenidad y amor a partes iguales. La misma serenidad y el mismo amor con que fue tallada por unas manos precisas y maestras capaces de hacer llegar a lo más profundo de nuestros corazones el sentimiento del verdadero amor de una madre. Gracias, Gema Soldevilla. Gracias, Nacho Albarrán.
Hoy, nuestra Madre, saldrá a hombros de los costaleros; los Mayordomos organizarán esta procesión del Perdón y el Silencio; niños y mayores acompañarán a nuestro Jesús Nazareno y a nuestra Madre por las calles de la ciudad; y los redobles de los tambores y el sonido de las cornetas y las trompetas no serán otra cosa más que la banda sonora ideal para nuestras ilusiones, nuestra fe y nuestra enorme capacidad para la unión y la hermandad.
Y aunque todo parezca indicar que esta nuestra vieja capilla quedará sola por unas horas, yo os digo que eso no es del todo cierto, porque entre estas cuatro paredes, a la luz de estas vidrieras, respirando el aroma del incienso y las velas, puedo sentir la compañía de aquellos nuestros queridos Hermanos Mayores que un día se fueron a ocupar la primera línea del Cielo para, desde allí, dirigirnos con su sabiduría y su amor. Allí, puedo sentirlos en este preciso instante, se encuentran Gabino Llaca, Ricardo Bárcena, Francisco Sánchez, José Serrano, Arturo de la Escalera y Ramón Gómez… Aquí, en esta nuestra capilluca, están sus hijos y sus nietos, a punto de procesionar como lo han hecho desde siempre. Con el recuerdo puesto en aquellos que les inculcaron desde pequeños el amor no sólo por esta vieja capilla, sino por todas las cosas que se hacen con el corazón.
A nuestro queridos Hermanos Mayores, nuestra prioste, mi amiga Teresa Saro, les hizo un homenaje a modo de magnífica semblanza con motivo de la reforma con que fue objeto nuestra capilla de la Merced; fue un texto magnífico y cargado de nostalgia en el que ella evocaba, con maestra precisión, sus recuerdos, sus principios y su presente.
Sin embargo, yo sólo sé escribir boleros en prosa, y con este bolero he pretendido transmitir toda la carga de sentimiento que me inspiran mis Hermanos Mayores a cada instante. Y que, también, a cada instante, recuerdo a estos otros mis Grandes Hermanos sin los cuales yo no hubiese llegado hasta donde me encuentro hoy. Ellos ya estaban cuando entré por vez primera por aquella puerta principal, hoy pintada de azul, en compañía de mis hermanos para, sin saberlo entonces, plasmar para siempre toda la capacidad de ilusión que posee mi corazón…
Aquellas tardes en las que Javi y su novia Carmen nos traían churros o golosinas para hacernos más amenos los ensayos de los sábados; aquellas tardes de catequesis con Teresa; aquellas tardes de compartir confidencias y celebraciones, de ilusión porque la gente joven siempre permaneciera activa en la Archicofradía; tardes ayudando a Mari Tere y a Conchita en el reparto de hábitos; aquellas primeras tardes en las que con Aparecida y Conchi Paz colocábamos el belén; las tardes con Nacho y Carmen preparando los regalos de los hijos de los presos para el día de Reyes… Y, especialmente, aquella tarde en la que, ante Gabino Llaca, Moncho, Miguel Angel y Félix me ayudaron a ponerme el hábito el día en que, con dieciocho años, decidí convertirme en cofrade de la Merced.
Todos ellos, los de arriba y los aquí presentes, han inspirado gran parte de mi vida como cofrade de la Merced, hasta el punto que les dediqué un poema que formó parte de una historia que escribí hace tiempo sobre las gentes de una cofradía de Semana Santa, y que hoy, al estar todos reunidos junto a Nuestra Señora de la Merced, se hace más vivo y palpable que nunca:
Que las únicas palabras de adiós
que pronuncien nuestros labios
sean aquellas que se digan
cuando crucemos la línea del Cielo.
Que nuestra primera sonrisa,
en el Más Allá, se produzca
al volver a vernos para
poder comenzar de nuevo.
Hoy todo vuelve a empezar de nuevo.
Hoy vuelve a ser aquel Miércoles Santo».
(c) Isidro R. Ayestarán, MELODIAS DE SEMANA SANTA – concierto de recuerdos (2004)
Yo vivo en Sevilla. Nací en Martes Santo. Así que es inevitable que comparta recuerdos contigo. Ayer mismo me emocioné viendo mecerse el paso de la Virgen de la Encarnación, ante la que me bauticé hace ya 46 años. Independientemente de las creencias de cada cual, a todos nos recuerdan estas cosas a nuestros abuelos o a nuestros padres, que nos enseñaron por primera vez el espectáculo de misterio, luz y religiosidad que las rodea.
Un abrazo.
Mil gracias, Elena, por tu comentario. La verdad es que este texto forma parte de «Melodías de Semana Santa», un libro cuasi de memorias y recuerdos sobre mi infancia en el mundo de la Semana Santa de Santander, donde desgranaba aquellas imágenes y momentos, bajo el capuchón, desde la óptica del niño de entonces, analizando vivencias, películas de la época y múltiples anécdotas. Ha sido muy grato volver a repescarlo. Saludos y besos!!!!!!!!