Cuando la amabilidad y la mercancía eran marcas. Por Robert Lozinski

zapato español

 Fotografía en contexto original: calzadoscastello

 

¿Dónde está el buen calzado español? ¿Qué han hecho con él y con las tiendas donde hace diez años aún se vendía?
Todavía tengo zapatos que he comprado en Madrid en 2003 durante los tres meses de beca en la Autónoma. De magnífica piel, sanos y cómodos para los pies. Made in Spain desde la materia prima hasta la caja, bolsa, tienda y el “gracias caballero” de despedida que el vendedor sabía decir educadamente y con humilde sonrisa.

El nombre de la firma ya se ha borrado en su interior pero seguramente se trataba de Calzados Pérez, González o algo parecido. O sencillamente marcados con la inscripción genérica “hecho en España” en un tiempo cuando lo español era una marca y España firmaba orgullosamente sus productos.

Hace dos veranos estuve una temporada en Madrid. Una tarde salí a buscar la tienda conocida. Estaba por la ruta del 15, entre Narváez y la calle siguiente, no recuerdo su nombre, yendo hacia el Pirulí. El dueño era un señor vestido siempre con camisa blanca, perfectamente planchada, pantalones oscuros y zapatos clásicos. No le importaba estar en cuclillas para ayudarte a meter el pie en el zapato nuevo. Un señor que, aunque no te decidieras a comprar nada, te acompañaba con una sonrisa amable hasta la puerta.

No la encontré. Recorrí la calle dos veces y no, no estaba. Al lado, en cambio, había otra; encogida, escaparate polvoriento, pares de zapatos amontonados al azar, feos, quemados por los rayos del sol. Pero lo que me llamó más la atención fue la actitud del personal: ninguna.

Por eso cuando me pongo los zapatos que aquel hombre me vendió hace años, me acuerdo de su actitud amable y risueña. No sé si seguir calzándolos o guardarlos como recuerdo.

Robert Lozinski

Autor de La ruleta chechena

Proscritosblog

2 comentarios:

  1. Pues sí. Estoy totalmente de acuerdo contigo.
    No hace mucho una amiga mía, que iba a pedir presupuestos para cambiar su cocina, me contó que se fue de una tienda porque, al llegar, la dependienta estaba hablando por el móvil, y así permaneció hasta que ella se marchó. Ni siquiera le dijo un sencillo «discúlpeme un momento» que tan poco cuesta.
    Y después queremos vender la imagen de un pueblo acogedor (véase candidaturas a juegos olímpicos y cosas por el estilo). Un poquito de mejor atención y buenos modales no nos vendrían nada mal.
    Un abrazo, Robert.

    • Muy de acuerdo contigo, Elena. España ha ido perdiendo casi todos sus valores. Y nos lo hace ver Robert, un escritor extranjero. Felicidades Robert por la presición del lenguaje.

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