De los estándares democráticos y esas cosas
«Cuando un pueblo está decidido a ser esclavo y se halla degradado, es una locura tratar de animar de nuevo en él el espíritu de orgullo y honor, de libertad y amor a las leyes, pues abraza con entusiasmo sus cadenas con tal que lo alimenten sin ningún esfuerzo por su parte“.
Marco Tulio Cicerón
En este país estamos viviendo momentos muy trascendentes para su salud democrática. No es un contrasentido que, precisamente, hayan sido los brutales ataques que ha sufrido el Estado de Derecho así como el aprovechamiento indecente de algunos miembros de la clase política que han intentando sacar rendimiento del desaguisado que venimos sufriendo en Cataluña y el resto del Estado, los que nos estén poniendo frente al espejo que nos devuelve una imagen de firmeza y buen hacer democrático. Los Tribunales que estos días juzgan el abuso y el mal hacer del poder que detentaban unos cuantos, están ayudando a que muchos descubran la salud democrática de la justicia. Podría enumerar uno a uno a los que han intentado colocarse en posiciones de salida ventajistas y poco honrosas para sacar tajada a uno de los peores golpes que ha sufrido la democracia desde el 23F.
No dejar que se politice un procedimiento en el que no se discute sobre ideología, sino sobre actos y hechos concretos, está siendo uno de los grandes logros de este procedimiento, por mucho que las defensa de los políticos acusados lo intenten de una manera desaforada, a veces, incluso, pintoresca.
En estos momentos, existen dos escenarios que deben ser observados con atención. El judicial, que trabaja en silencio, sin estridencias, para desenmarañar la trama de uno de los mayores atentados a las bases mismas del sistema democrático, a la igualdad de Derechos entre los ciudadanos de un mismo país; y por otro, el político, en el que apenas queda nada que sea salvable, como lo demuestra el hecho de que los propios partidos estén confeccionando sus listas con personas ajenas ellos, dejando sentados en el banquillo, a la espera de tiempos menos tremendos, a todos aquellos inútiles que los conforman y que nada saben hacer si no es bajo el cobijo de la cosa pública, del presupuesto del Estado y del rendimiento al culto al líder.
Pero volviendo a la trascendencia del momento en que vivimos, el llamado “Juicio del Procés”, con el mismo se está haciendo verdadera de pedagogía procesal para lo que sin tener ni idea de cómo funciona un procedimiento judicial, ni cómo desde todos los estamentos debe de defenderse el imperio de la Ley como uno de los pilares del Estado de Derecho. No hacen falta observadores internacionales, este Juicio puede seguirlo cualquiera, siempre que esté dispuesto a escuchar lo que unos y otros tengan que decir, sentados en el sofá de su casa. El desarrollo de las sesiones del juicio está poniendo en evidencia la gran mentira, la gran estafa, el gran destrozo social que unos cuantos, creyéndose mejores que otros, han estado a punto de llevarnos a un abismo del que, una vez se entra, es difícil salir sin que se produzca el fallecimiento de la sociedad civil.
Podemos estar seguro que, pese a todo (sobre todo a la clase política que tenemos en danza), estamos en uno de los países del con los mayores estándares democráticos del mundo. Pese a quien le pese y pase lo que pase.
Anita Noire