«Su esposo la enterró bajo el enebro, y comenzó a llorar sin parar; al cabo de algún tiempo sus lágrimas empezaron a manar menos copiosamente, al fin se secaron, y el hombre tomó otra mujer»
Uno puede comprar un libro por su contenido, quiere leer una historia que alguien le ha contado o bien le gusta un título, un autor y se lanza, compra el libro, lo lee y lo deja. El poso queda o no. Gusta o no. Se embauca o lo deja pasar sin pena y sin gloria. Pero con «Del enebro» no pasa eso. No, «Del enebro» no es un libro sólo para leer. «Del enebro» es otra cosa, el placer de acariciarlo, de tenerlo entre las manos, de disfrutar de una pequeña obra de arte de bolsillo.
«Del enebro» te trasporta a un mundo diferente, el cuento recuperado, leer a los hermanos Grimm como escribieron pero tiene un plus, las ilustraciones de Alejandra Acosta, en rojo y negro sangrando en hilos rojos. Una pequeña maravilla para disfrutar. Un concepto de libro que trasciende lo literario. Que te lleva a otras artes y sobre todo te hace recuperar la infancia con otros ojos. Cuentos no dulcificados, crueles, recuperando un sabor perdido. He leído algunos de sus cuentos en los que el malvado acaba muerto, incluso, sí, los he leído a niños. Y a ellos les encanta eso de la muerte del malvado, quizá por que al dulcificarlos no nos damos cuenta que trasmitimos una mentira, el malvado queda sin castigo. En «Del enebro» la terrible madrastra acaba con la cabeza machacada. Lógico desenlace a un homicidio, a la simulación y a servir al mancebo sobre la mesa. Ante un gran crimen, un gran castigo. Por eso creo que debemos volver al origen. Por eso me ha gustado tanto «Del enebro», volver a lo que nos contaban hace doscientos años. Volver a la crueldad que mancha la vida. Dejar de un lado el caramelo con que han cubierto los cuentos y recuperar su sabor ácido, como la propia vida. Después de leerlo te lanzarías a la yugular de algunos cuentos que pululan por librerías y casas. En un intento de poner una cara amable a los cuentos han destrozado su valor, le han quitado el necesario castigo, han perdido todo. Por eso he disfrutado tanto, por eso leemos “Del enebro” bajo la manta. Por eso mi hija de diez años lo tiene en su habitación para que alguna noche la mano del miedo escrito le libre de otros miedos que son más reales, le conjure frente al a vida.
Hemos conjurado la vida, hemos recuperado también el gusto por lo hecho a mano. Por la edición cuidada. Es un libro que merece un sitio preferente en cualquier librería. En la mía descansa, desplegando las alas para ser leído cualquier noche cuando la tormenta ahoga, cuando los rayos juegan en la ventana y se escucha el sonido de un pájaro negro nacido bajo cualquier enebro.
Maite Diloy (Brisne)
Colaboradora de Canal Literatura en la sección “Brisne Entre Libros“
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