No me eches una mano, que me la echas al cuello
Dicen que una de las razones más paradójicas de por qué Trump ha llegado a la Casa Blanca es por ser el adalid, el paladín, el archicampeón de la incorrección política. Sostienen los sociólogos que son muchas las personas que aprecian —aunque posiblemente no se lo confiesen ni a sí mismos— que alguien diga lo que ellos piensan sobre temas espinosos como la inmigración o el conflicto racial, por ejemplo. Pero también sobre otro largo etcétera de temas declarados tabú por esa sociedad bienpensante que hace que uno camine pisando huevos para no ofender a nadie, no sea que lo tachen de xenófobo, homófobo, sexista, machista, antisionista, antianimalista, anti… (rellénense los puntos suspensivos con el laico pecado de turno, sea cual fuere). El año no ha hecho más que empezar y ya tenemos nuevas aportaciones a la mentalidad buenista que nos infesta. En la universidad de Londres, por ejemplo, el Sindicato de Estudiantes de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos (SOAS) ha exigido que desaparezcan del programa de estudios Kant, Descartes y Platón, por ser filósofos racistas y colonialistas. En cuanto a los pensadores de la Ilustración, el Sindicato exige que se estudien solo si el alumno así lo solicita, pero dejando bien claro que fueron intelectuales colonialistas. Los estudiantes de Teología —y nótese que digo Teología— de la universidad de Glasgow, por su parte, han ido un paso más allá exigiendo a los profesores que se abstengan de mencionar a los alumnos contenidos que puedan resultar ofensivos o desagradables, como por ejemplo imágenes o referencias a la crucifixión. Mientras tanto, en el mundo digital, Microsoft, después de recibir multitud de peticiones al respecto, decidió hace meses modificar sus emoticonos y emojis para «no herir sensibilidades». Ahora es posible por tanto elegirlos de colores que reflejen todos los tonos de piel existentes en el mundo, desde blanco casi albino hasta marrón muy oscuro, nunca negro, faltaría más, porque esa palabra no existe cuando se habla de razas. «¡Ostras!», comentaba el otro día un internauta en Twitter: «Me acabo de enterar de que he usado irresponsablemente emoticonos chinos amarillos durante años sin darme cuenta. Seguro que me cuelgan por los pulgares o me meten mondadientes bajo las uñas en justo castigo». Meses atrás, y a instancias de asociaciones pacifistas, Apple también decidió sustituir el emoji del revólver por una pistolita de agua. ¡Menos bang, bang y más fluss, fluss!, seguro que eso ayuda a acabar con la violencia en el mundo, mientras que, para luchar contra la discriminación sexual, el usuario ahora puede utilizar un emoji en el que aparece una mujer practicando la halterofilia o vestida de bombera, también el de una familia formada por dos mamás y sus hijos. Pero, por favor, que nadie se ofenda, también existe el emoji de dos papás y sus criaturas. Mi noticia policorrecta favorita sin embargo tiene que ver con la universidad de Granada. Ahí han inventado el calendario, o mejor dicho la calendaria, por la igualdad, feminizando los meses para que enero sea enera; febrero febrera y así hasta diciembre, donde no sé cómo han perdido la ocasión de llamarlo dicihembra, que hubiera quedado mucho más superguay. «Estamos luchando contra la desigualdad que engendra la violencia machista» —explicó su responsable. Y yo me pregunto: Que mayo sea maya ¿disuadirá a los maltratadores? ¿Sustituir el emoji de un revólver por el de una pistolita de agua acabará con la violencia? ¿Evitar que los alumnos se «contaminen» con las teorías colonialistas de Kant y Platón los hará más inteligentes o sabios? Hay quien encuentra la corrección política irritante; yo la encuentro agotadora. Agotadora y absolutamente contraria a los intereses que intenta defender, porque lo único que se consigue con esta perversión grotesca de una idea inicialmente buena es que la gente se la tome a chufla. Peor aún, que genere una corriente contraria en la sociedad como, lamentablemente, ha sabido detectar Trump en su camino a la Casa Blanca. Por eso, muchas gracias a los defensores de tan nobles causas; pero, en lo que a mí respecta, como mujer supuestamente discriminada, sometida, etcétera, por favor, no me echéis una mano, que me la echáis al cuello.
Carmen Posadas