El esnobismo
Escribía Alfonso Ussía con gran tino en su libro DEL HUMOR, DEL AMOR Y DE LA IRA, sobre un hecho cuando menos reiterado: que aquella naturaleza de antaño, asidua pertinaz a la sencillez de las formas, ha sido invadida de un tiempo a esta parte, por equipamientos de lo más esnobs, a saber … por chandals extra llamativos y multicolores, todos de marca, bicicletas todo terreno, fundas para móviles, evidentemente de última generación y pantallas extra finas de altísima resolución, cascos bluetooth, botellas «Gatorade» y demás mochilas complementarias. En muchas de las playas, ya erosionadas, hace tiempo que instalaron el dichoso wifi, por lo que el avezado y presumido turista no dudará lo más mínimo en cargar, además, con su híbrido, aunque tenga que dejar en casa la colchoneta grande con la que antes tanto disfrutaba. Y es que en cierta manera, por el hecho de aparentar y seguir los dictámenes de la moda, hemos perdido un poco y en cierta manera, los papeles. Porque una cosa es querer parecer moderno y cool (como se apostilla ahora) y otra cosa muy distinta es pasarse de ridículo o de hortero. O mejor dicho de moderno o moderna, de hortero u hortera. Otra manía…, la de referirse a ambos sexos, que les ha dado a los hombres y a las mujeres, mal llamados feministas. Una horterada más. Parece inverosímil pero a veces deduzco, de estas inmensurables coletillas, que el parlante, al hacer uso, con tan irresponsable exceso, de los dos géneros, cree que nosotros, como escuchantes, o que somos completamente idiotas o que carecemos de la imaginación necesaria. Un buen interlocutor, como un buen escritor que se precie, sabe que ¡¡su receptor!! o que ¡¡su lector!!, en tales casos, es una persona inteligente. Y sin embargo, estas variaciones lingüísticas se siguen reproduciendo en el habla hasta rallar el esperpento diario. No vaya a ser que hablemos sin adecuación a registro. No sea que vayamos, como los peces en el film «La pesca del salmón en Yemen» a contracorriente de la demás fauna selvática.
USUE MENDAZA