«Bajo el amplio y tranquilizador aroma del cuerpo que aquí se ve no hay más que un macho. Sufro espantosamente por la noche, me despierto cubierto de sudor y, desde el fondo de los colchones despachurrados, me pregunto si no voy a barritar de amor como un elefante en un claro.»
El martirio del obeso, Premio Goncourt 1922, llegó a mis manos por envío del editor. Henri Béraud escribe una novela curiosa al menos. En primera persona nos habla de un obeso, pesa ciento siete kilos, que recorre el mundo tras una mujercita sirviéndole de parapeto frente al marido y amándola de un modo loco y obsesivo.
Es la típica historia de hombre ama a mujer y mujer pasa más o menos de él. Una historia normal, de esas que hemos leído y vivido a diario, salvo que en este caso el que quiere, el que adora es un hombre obeso. Y esa es la particularidad de la obra. Y no crean que es un gordo que odia serlo, es un hombre orgulloso de su peso y al leerlo uno se pregunta ¿Y por qué no? Porque vamos a querer únicamente ser delgados, porque ansiamos en cierto modo la delgadez. Es tan divertido leerle, descubrir lo duro que es eso de adelgazar. Y lo poco que se consigue con dieta o con gimnasia sueca. Si se deciden a leerlo –y yo les recomiendo que lo hagan- párense en el capítulo de la gimnasia sueca.
La perspectiva de un obeso es diferente a la de un hombre delgado, en el galanteo amoroso el hombre delgado y musculoso juega la baza de la belleza, el pobre obeso tiene que jugar con inteligencia e ingenio. Y la inteligencia y el ingenio no siempre bastan. Es curioso como en general nos dejamos deslumbrar por una cara o un busto. Como el físico determina en todo modo que alguien tenga o no éxito. Por eso me ha encantado leer la novela, con el humor que mira su condición de obeso, con el graciejo que resalta su vestimenta y su modo de abordar el capítulo amoroso. Me he divertido mucho en un momento en el que necesitaba divertirme. Y he pensado también que pensaría ahora Henri Béraud si viese los modelos esqueléticos que pasean las pasarelas, si viese el bombardeo de pócimas mágicas para adelgazar, si viese cómo ha cambiado el mundo. Hoy nadie escribiría así. Hoy tendemos a ocultar nuestra obesidad y sólo nos fijamos en la delgadez extrema. Hoy somos esclavos de nuestro peso. Comienza la operación bikini y todos tenemos que pesar 50 kilos y a ello nos ponemos, haciendo deporte y dejando de comer. Para luego encontrarnos a alguien que nos mire por encima del hombro y te diga eso de: ¡cómo se nota que no te privas de nada!. Eso también lo cuenta en la novela. La falta de solidaridad con quienes tienen algún kilo de más es asombrosa. Mientras se deciden a leer esta novela no olviden pedir una cerveza o un vino, aunque engorde. Disfruten de la vida leyendo y bebiendo y luzcan orgullosos los michelines en bikini. Béraud nos enseña a hacerlo, es más luce su orgullosa barriga con una sonrisa en la boca. Toda una lección en épocas como ésta en la que parece que ocultamos el sobrepeso y quizá también la alegría.
Maite Diloy (Brisne)
Colaboradora de Canal Literatura en la sección “Brisne Entre Libros“
Blog de la autora