«No busco en ellos la perfección. ¿La perfección, en un tablero, qué significa la muerte, el vacío? En los nombres, en las carreras fulgurantes, en aquello que configurará la memoria, busco la imagen de sus manos entre la niebla, blancas y seguras, busco sus ojos observando batallas (aunque son conatos las fotos que los muestran en esa disposición), imperfectos y singulares, delicados, distantes, hoscos, audaces, prudentes, en todos es dable encontrar valor y amor.»
Es la primera novela de Bolaño que leo. Su última publicada de modo póstumo. Corregida por el autor.
Y me he encontrado con Udo Berger, un alemán de vacaciones en la Costa Brava que escribe artículos para revistas de juegos. Y me he sumergido con él en un tablero de octógonos pensando en mis partidas de Risk, en las tardes frente al tablero pensando en cómo salir de los embrollos que me metía, igual que Udo. Pero en mi caso sólo era un juego y en el Udo es algo más. Un paralelismo entre su vida y el juego. Entre él y la partida con un personaje inquietante, el Quemado. Udo y su descenso al infierno particular antes de perder partida y vida. Porque el final de la novela, Udo resurge en una vida nueva, fuera de un juego que acaba perdiendo, y también su vida anterior. A veces necesitamos bajar al infierno para volver a vivir.
Una novela de ave fénix. No sé si Bolaño escribe así el resto, dibujando la trama, perdido en las palabras, en cómo contarnos una trama oculta que el lector va montando en su mente. Para un lector activo. Para alguien que no quiere saber sólo qué pasa sino que busca sobre todo el saboreo intenso de las imágenes, que conforma a los personajes propios, que inventa historias que Bolaño no narra, porque necesita dibujar sus personajes y los datos son pocos.
En Tercer Reich, se insinúa más que narrar. Pero a mí me chifla esta forma de hacerlo. Me imagino el pasado y el futuro del Quemado, con los pocos datos que nos aporta. Un pobre hombre quemado en la segunda guerra mundial por eso necesita de la poesía y de los libros de guerra para ganar. O quizá sólo rememorar sus batallas. Porque yo le he escrito una biografía paralela. Lo mismo sucede con otros personajes, con las mujeres, con los amigos, con Charly incluso.
Son trazos de vida que conoce Udo, pero que podemos dotarles de otra, la imaginada, la inventada. Convertirnos en actores de una novela. Casi nunca pasa. Casi siempre nos quedamos en lo que nos cuentan. Quizá por eso Bolaño entusiasme a algunos. Quizá por eso me entusiasme a mí.
Sé que Bolaño es un escritor de culto. Sé que eso de ser escritor de culto tiene su parte buena y su parte mala. Pero yo no sólo lo he leído por ser un escritor de culto. Es un personaje intrigante que quería conocer de mano de sus escritos. Porque me imagino que el autor se desnuda en cada libro, nos habla de su yo íntimo en cada letra. Y yo quería penetrar en ese santuario. Aunque no sé bien si lo he conseguido. Me ha gustado su forma de narrar, su diario inconexo, su historia sólo trazada como un borrador. Puede que sea porque es póstuma. Puede que haya de seguir leyéndole para descubrirle. Pero los trazos que deja me han entusiasmado y creo que volveré a sus letras para buscarle.
¿Ustedes lo conocen? ¿Es esta la sensación que les deja? Cuéntenme. Todavía he de conseguir otras de sus novelas y leerlas.
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Brisne
Colaboradora de Canal Literatura en la sección «Brisne Entre Libros«