«Todos los baluartes habían caído, era imposible cualquier tipo de resistencia colectiva y la oposición individual era una mera forma de suicidio. Nos habían perseguido hasta llegar a las últimos recovecos de nuestra vida privada, en todos los ámbito reinaba un estado de desbandada, una huida confusa de la que no sabía dónde iba a terminar.»
Sebastian Haffner escribió en Historia de un alemán, sus memorias, sus vivencias en Alemania desde 1914 hasta 1933. Llegar a libros de este tipo no es sencillo, fundamentalmente porque se esconden fuera de las listas de más vendidos o de novedades. Yo he llegado a él desde las páginas de «Niños feroces». Apunté tres o cuatro y éste ha sido el primero en llegar a mi retina. Lo he cogido con ansia, sabiendo que esa época histórica me seduce y esperando respuestas a mis preguntas, sobre todo a saber por qué se produjo el apoyo del pueblo alemán a un tipo como Hitler. Y lo mejor del libro es que he logrado entreverlo. Y me he asustado. Primero por la descripción pormenorizada de la primera guerra mundial vista desde los ojos de un niño de siete años, como creció con una terrible crisis económica, como sufrió la depreciación de la moneda hora tras hora, hasta que en la calma surgió en nazismo como reacción al socialismo y el miedo al comunismo ruso. Y como un pequeño burgués en esa Alemania o estaba con los nazis o se exponía a marcharse de ella o acabar en un campo de concentración y eso hasta 1933 cuando la segunda guerra mundial todavía no había comenzado. Y luego ha venido mi susto, ver la evolución de las masas en las votaciones recientes, como sube la extrema derecha, como parece que los únicos que van a poder salvar nuestros muebles son ellos, como eso también paso en Alemania dónde muchos pensaban que el mal menor eran los nazis, que ellos les salvarían de la crisis económica y del terror rojo que se alzaba en Rusia. Y cómo ahora, muchos de los que votan piensan también que alguien va a salvarles, y por esa salvación serían capaces de aceptar cualquier cosa, cualquier recorte, cualquier quiebra de derecho. Qué importa, pensarán mientras a mi me den un plato caliente y la posibilidad de poder seguir con mi negocio, mientras me den seguridad económica. Y en aras de esa seguridad económica en Alemania en la década de los 30 toleraron lo intolerable, y lo peor es que creo que la mayoría lo sabían. Por eso Haffner se marchó a París. Sólo espero que en el futuro sepamos leer la historia y no deslumbrarnos ante cualquier salvador.
Brisne
Colaboradora de Canal Literatura en la sección “Brisne Entre Libros“
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