Las hermanas Brönte
Escribe Deborah Lutz en su libro «El gabinete de las hermanas Brönte» un prefacio titulado «La vida privada de los objetos». En él, la autora, afincada en New York y asidua a importantes medios de comunicación como The New York Times, recalca con precisa documentación y elegancia, la idea, para nada tan anodina, de que a través de los objetos más cotidianos y prosaicos, es cómo nos llega, sin subterfugios, la verdadera historia de las cosas.
Para lograr este efecto en los lectores, D.L. pone en valor nueve pertenencias que marcarían de manera especial a las tres hermanas: los libros, tablas de salvación a una época de incomprensión hacia las mujeres intelectuales, el pelapatatas de la cocina donde escribían, el bastón para sus largas caminatas, las mascotas familiares, la pulsera de amatista hecha de pelo trenzado, las cartas fugitivas, los escritorios, los álbumes de recuerdos y las reliquias nómadas.
La escritora, conocedora de la importancia de todos estos «artefactos», pertenecientes a una de las sagas familiares más relevantes de la literatura inglesa, los maneja con mano precisa y perfecta alquimia, consiguiendo, con un tino peculiar, que salten vivamente entre las páginas, hasta interrogar a los lectores y exhortarlos a preguntarse sobre los suyos propios. Yo ya hice, secretamente, una breve lista de los míos.
USUE MENDAZA