Página, palabra, viento, silencio…, y sombra a la que el precipicio no logra vencer. Los poemas que componen Sombra son como un reto, quizá el último, de intentar vencer al silencio; un silencio que se transmuta en el viento que azota a la página en blanco, sobre la que Leopoldo María Panero, cual águila, planea al acecho: «Un águila cae sobre la página/ Un águila SE ENFRENTA A LA NADA/ Dialogando a solas con la nada/ Acerca del abrazo del viento/ Que cae como lluvia sobre la nada». Página en blanco que se erige como la lanza que se clava en el corazón de la soledad. Soledad del poeta que se aísla dentro de su propia selva, en la que de vez en cuando tienen cabida Eliot —«In my begining is my end»—, Ezra Pound, Wallace Stevens, etc., como si todos ellos uniesen sus fuerzas y convirtieran sus palabras en un eco que lucha contra el olvido. Olvido en forma de martillo, cuchillo, ceniza, tumba, silencio… Puro ejercicio de terror el del olvido que, cual alimaña, se apodera de nuestros sueños: «La vida es puro terror/ Terror de un alma negra/ Que reza silenciosamente a la muerte/ Que reza por un animal que no tuvo suerte/ Y que llama con palabras silenciosamente/ A la muerte». Hay un animal herido dentro de cada uno de nosotros y Leopoldo lo sabe bien, pues él le incita a salir y luego a luchar, igual que el tiempo reta al viento que azota a la página en blanco. Sombra sobre blanco, sombra sobre la nada, pues quizá solo seamos eso: nada. ¿Qué quisimos ser?, ¿qué fuimos en realidad?, ¿qué quedará más allá de nuestros versos? ¡Concento de la vida, conviértete en un dulce sueño!, ¡cánticos de la sinrazón devolver las cenizas a su seno!, ¡y volver allí, donde la ternura se pinta de azul!, ¡y dejadnos descansar a la luz de una pálida vela!
El universo poético de Leopoldo Panero es cruel y demoledor, pero también dulce e ingenuo, en el que la búsqueda de la palabra es una pura entelequia. Nada podrá vencer al silencio parece decirnos el poeta. Nada, ni tan siquiera la palabra sobre una página en blanco. Condenados al olvido, nuestra única artimaña es intentar vencer a nuestra sombra, porque, como nosotros, tampoco es infinita. Hay en este poemario un léxico cargado de hondo significado. En Sombra, la agrupación de las palabras no es inocente, y todo guarda su orden ceremonioso y ceremonial en pos de la última meta: el hombre y su soledad, el hombre frente a sus mitos o el hombre contra sí mismo. Todos esos tipos de hombre transitan por los versos de este poemario, y lo hacen como ese viento pérfido del oeste que se cuela por las ventanas abiertas para dejarnos helados. Aquí no hay venas que cortar, pues estas ya no poseen sangre. Todo es distinto en Sombra, como si estuviésemos asistiendo a ese terror del alma negra que Panero nos anuncia en uno de sus poemas: «Moriré sin pensar sobre la página,/ Mudo como un cadáver/ En el secreto del bosque». Quizá no haya más secreto que el silencio para intentar vencer a la oscuridad del bosque.
Ángel Silvelo Gabriel