Lo que a nadie le importa. Por Maite Diloy

Lo que a nadie le importa.

 

«De ti no quiero ni que me cierres los ojos». José Molina.

Es la frase. Esa que se clava en las entrañas y te hace escribir un libro. O eso debió pensar Sergio del Molino. De esa frase se ha sacado un emocionante libro sobre su abuelo: José Molina. Si lo que piensan encontrar es la historia épica de un superviviente de la guerra civil, un tipo que salvó pueblos, se ligó a cien mujeres y pasó la vida recordando la guerra, se equivocan, porque la vida de José Molina fue una vida corriente. Luchó en la guerra, es cierto, pero del 36 al 39 pocos se libraron de luchar en la guerra civil. Y algunos volvieron del frente. Lo que a nadie le importa, por cierto, a mí sí me ha importado, no deja de ser el reflejo de la sociedad de la guerra y la posguerra españolas. Y por eso importa, porque a partir de su lectura nos planteamos nuestro propio pasado, esas raíces que se hunden en los treinta y que nos hacen ser como somos. Nuestro  pasado no deja de ser algo con lo que cargamos en el presente y que nos condiciona el futuro.

Pero lo que a nadie le importa es también la juventud de Sergio del Molino, comparar Francia y España, sus juergas, sus paseos por Zaragoza o Madrid, su vida.

Cuando leí La hora violeta me quedó esa sensación de leer a alguien que se desnuda en un folio, y me ha vuelto a pasar con Lo que a nadie le importa. Y cuando Sergio del Molino se desnuda en el folio le salen historias emocionantes y conmovedoras. Y claro, a mí me gusta que me conmuevan y me emocionen. Es lo que prefiero al leer. Emocionarme y conmoverme.

Claro que la narración de la vida de José Molina además de emocionarme me ha hecho  pensar. Y eso también me gusta mucho. Pensar en los míos, pensar en lo poco que conozco de la guerra civil pese a haber leído bastante sobre ella, pese a que sea uno de esos temas obsesivos que me persiguen. De la  guerra, lo hablaba ayer con el autor, solo nos cuentan la épica −sobre todo la épica republicana− pero no nos han contado el sufrimiento de un chaval que con diecisiete años lo levaron para luchar en el frente del Ebro, para ser masacrado. Nadie se ha pasado a pensar en ese chaval, o en el soldado que enfrente fumaba sabiendo que iba a salir vencedor, por experiencia, porque tenía que volver a casa. Nadie nos ha dicho que luchaban porque los levaban obligatoriamente y que muchas veces nada tenía que ver con lo que el soldado pensara o sintiera. Y eso es lo que nos cuenta Sergio del Molino en Lo que a nadie le importa. Una historia de España diferente, pegada a la tierra, y la excusa es contarnos la historia de su abuelo.

José Molina nació en Bubierca. Y las cosas que Sergio cuenta en la novela me han trasladado al pueblo de mi padre, otro villorrio cerca de Calatayud. Quizá por eso me ha resultado cercano. Eso de reírse de un hijo que va a estudiar de adulto, no sé, eso lo he vivido, eso como cuando una mujer cogía el coche en los setenta. Ese ¿adónde irá esa con el coche?, como si el manejo del automóvil tuviese sexo. No sé cómo expresarlo, pero me ha resultado cercano. Pero no es sólo la empatía de pertenencia a villorrios lo que me ha gustado del libro. Es la historia que necesitamos recuperar, la que les debemos a ellos –los que lucharon− y la que nos debemos a nosotros  −los que no vivimos la guerra, ni la posguerra−. Es la historia que merecemos recuperar.

 

Maite Diloy (Brisne)
Colaboradora de Canal Literatura en la sección «Brisne entre libros»
Blog de la autora

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