Los pobres desgraciados hijos de perra. Por Brisne

Los pobres desgraciados hijos de perra

Los pobres desgraciados hijos de perra

«La vejez era un intimidad, muy cercana, muy celosa de sus posesiones, pero tan enigmática en el fondo como todas la edades. Igual de inasible que la niñez para los niños. Igual de insólita que la adolescencia para los adolescentes, esos pobres desgraciados hijos de perra.»

Conocía de la existencia de Carlos Marzal, lo conocía como poeta. He leído algunos aforismos en su blog. Pero no conocía esta faceta suya de cuentista. Me lo recomendaron vivamente. Y pensé que igual estaba bien leerlo. Luego de golpe y porrazo lo he visto como libro finalista del Steinel y ha sido el impulso necesario para hacerme con el libro y leerlo.

Y lo he leído, sí. Deslumbrada por sus metáforas y encontrándome arrebujada en sus letras, en sus vivencias, en esos adolescentes, pobres hijos de perra que van llenando el libro. Adolescentes de entonces en el ahora. Porque sus relatos son casi todos de adultos que miran la adolescencia, la juventud, con un sinsabor en la boca. Éramos jóvenes y felices. Nosotros lo fuimos. Coronados con la corona de romero pegándose a la ropa en los descampados en que nos amábamos. Coronados con la sal del mar en el que fertilizamos la vida. Jugadores de fútbol, ellos, meras espectadoras nosotras. Viéndoles como gladiadores romanos empujando un balón. La vida era perfecta, entonces, con los veranos de tumbarnos a la fresca, hablando de nada, bebiendo como cosacos, cambiando de novia… de novio, sin un atisbo de amor infinito. Y luego llegaron otros tiempos, los de ahora, en los que todo ha cambiado. Pero basta una reunión, un viaje, para volver a entonces, cuando éramos los reyes de la noche, cuando éramos invencibles, cuando todo estaba por explorar pero nos bastaba con explorar nuestros labios sobre los del novio de turno. Ya saben, ¿salimos? vale. Y después de eso besos hasta sangrar los labios.

Me he encontrado con gatos que juegan al tenis, con vidas en medio folio, con Tierras Hondas que escenifican amores juveniles, con árbolitos de Noam, con Leche de búfala en un hospital, con palabras que siempre tuvo un escritor en la moleskine, con casas nuestras, con trenes que se cogen tras una noche de juerga tras amores del entonces que no es el ahora.. Y finalmente con la Intimidad narrada desde la vejez de un escritor.

Porque ellos, los que nos lo narran, además de ser jóvenes y desgraciados son también personas que aman las palabras por encima de cualquier otra cosa. Escriben, se pierden en las palabras, dotan de sentido su vida. Y yo que también soy una enamorada de las palabras, vivo con ellas, llenan mis ojos en los relatos que leo, llenan las páginas de mis cuadernos, llenan mi vida, porque no entiendo otro modo de vivir que entre palabras. Porque a mí, también, me picó el gusano de la literatura en la juventud y me ha acompañado toda la vida y espero que me acompañe en un futuro. Por eso me ha encantado leer a Marzal. Me he visto reflejada en cada uno de sus relatos, en unos más, en otros menos, pero un aura literaria llena todos los relatos. Mi vida, e igual la suya lector, está llena de palabras que dan forma a las vivencias. Sólo pensamos con palabras, sólo recordamos con ellas. Y muchas veces es una gozada recordar en las palabras de otro

LOS POBRES DESGRACIADOS HIJOS DE PERRA
CARLOS MARZAL
EDITORIAL TUSQUETS. COLECCIÓN ANDANZAS

Brisne
Colaboradora de Canal Literatura en la sección «Brisne Entre Libros«

Blog de la autora

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