«Navegando por ideas escondidas», bajo la dirección de Irina Kouberskaya: Momentos para la reflexión a través de las palabras de grandes autores rusos. Por Ángel Silvelo

En esta sociedad de los impulsos inútiles y estériles que alcanzan su máxima expresión en pulsaciones del tipo «me gusta», no puede ser mejor recibido un teatro que nos ayude a encontrar esa luz que hemos perdido a base de idiotizar al ser humano con estímulos que no le son necesarios. De ahí que, una vez más, agradezcamos a la Sala Tribueñe su empeño, pues, bajo la dirección de Irina Kouberskaya, nos invita a disfrutar de momentos para la reflexión a través de las palabras de grandes autores rusos. Esta vez, la propuesta de un teatro tan fresco como diferente lleva el título de Navegando por ideas escondidas, y es en ese afán de búsqueda de la última libertad que nos moldea la vida bajo el que la actriz y directora rusa escarba en la conciencia de una sociedad idiotizada por el poder de la informática y las redes sociales. Si todos nos parásemos a leer a Dostoyevsky, Gertsen o Chejov seríamos más felices, o al menos, de vez en cuando, encontraríamos respuestas a las eternas preguntas. Y, si no tenemos ese valioso tiempo que dedicarle a la lectura, al menos podremos disponer de una hora para acercarnos a la Sala Tribueñe a escuchar una serie de monólogos que nos iluminen y nos ayuden a reencontrarnos con la esencia de lo que somos: seres humanos asustados por la verborrea de la sociedad moderna. Pero, si acudimos a ver, oír y disfrutar de Navegando por ideas escondidas, asistiremos a ese maravilloso espectáculo de la palabra que es el teatro en su más pura esencia. Para ayudarnos a escapar de ese miedo que siempre nos acecha, Irina Kouberskaya, y el resto de elenco de actores que la acompañan en escena, se han hecho acompañar de unos desgastados remos con los que rescatar lo poco de dignidad que queda en el mundo. Aquí, los remos se ensalzan como el gran símbolo de esa nueva anti-era post-industrial y cyber-tecnológica, porque esos sencillos trozos de madera son el soporte de toda una humanidad. Remos que son y representan un soporte, un salvavidas, pero también la fuerza intrínseca al ser humano para seguir bogando y luchando por salir adelante. Remos que son engranajes que mueven máquinas, y por ende el mundo, y que también nos hablan y nos sirven para darnos descanso. Remos que, en definitiva, son el timón necesario para surcar los mares de la desesperación. Todo un ejemplo de que con poco se puede conseguir mucho, pues el máximo soporte del mundo es el de la palabra. Palabras que nos hablan de aquello que representa la vida o que nos recuerdan eso de que «los rusos somos espíritus libres», porque ese es el bastón literario y teatral que ha querido rescatar Irina para recordarnos que Rusia es Europa, y que a Europa pertenece un país o nación llamado Rusia. Un grito de integración que se contrapone a los demoníacos aires de disgregación que recorren algunos territorios de esa gran maquinaria burocrática que es la Unión Europea. Igual que en esta obra se nos recuerda el padecimiento del pueblo ruso a través de un eterno estribillo configurado mediante un grito de lamento, también asistimos a esa visión que tiene el pueblo ruso de los alemanes o los franceses, sin por ello hacerles ascos a la autocrítica. Y todo ello con la única y gloriosa intención de salvar al hombre de la derrota ante el Estado. En este sentido, Chejov nos habla de: «Solo el desarrollo de la conciencia individual hallará los misterios del ser humano antes que finalice el ensayo de su vida…», o Gertsen nos dice: «La vida transcurre en medio de una sucesión de ilusiones ópticas, necesidades artificiales y satisfacciones imaginarias…»
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Magnífica propuesta este Navegando por ideas escondidas bajo la dirección de Irina Kouberskaya, que se hace acompañar muy bien en el escenario por José Luis Sanz, Miguel Pérez Muñoz, Sylvia Sánchez, José Manuel Ramos, y un soberbio David García en su monólogo sobre Ruslán. Lo que nos lleva a decir que ya no hay excusa para morir aplastados por esa oscuridad que nos atenaza día a día, porque en la Sala Tribueñe hay un espacio para la esperanza todos los jueves a las 20:00 horas, ya que, mediante la contemplación de unos momentos para la reflexión a través de las palabras de grandes autores rusos, estaremos salvados.

 

Ángel Silvelo Gabriel

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