Neoesclavitud. Por Santiago Tracón

neoesclavitud

La historia no avanza linealmente. El progreso de la humanidad es zigzagueante. Cada avance en algún aspecto supone la pérdida o el abandono de algún logro anterior. No podemos afirmar que hoy seamos más felices que nuestros antepasados. Ni que trabajemos menos. Ni que vivir más años signifique vivir mejor.

Si comparamos a un escritor de hoy, con toda la información a su alcance, escribiendo en una pantalla en la que se puede ver, corregir, acumular o cambiar lo que quiera casi instantáneamente, si lo comparamos con un Cervantes que escribe con pluma de ave y tinta, procurando aprovechar bien el escaso papel, ¿podremos afirmar que su mente está más desarrollada, domine mejor la lenguaje, tenga más capacidad e inventiva? No hay duda de que el cerebro literario de Cervantes está muy por encima del nuestro, aunque no dispusiera de nuestros medios técnicos.

Pero hay algo hoy cuya comparación con tiempos pasados nos hace dudar del progreso: ¿la esclavitud de hoy es mejor o peor que la de los griegos y romanos?

Digo que hoy hay esclavitud, y no me refiero sólo a la que se practica en la India, China o África, especialmente con niños y mujeres, sino al proceso de esclavización del trabajador en las sociedades llamadas desarrolladas, a la implantación de una neoesclavitud, cuyas principales características serían:
-Encubrir del proceso de esclavización
-Supresión de cualquier ley que lo impida
-Invisibilidad de los esclavizadores
-Culpabilizar al esclavo de su situación
-Hacer imposible cualquier rebeldía o lucha
-Contar con el poder del Estado para imponer y mantener su dominación
-No utilizar la violencia directa, sino la necesidad
-Presentarla como inevitable

neoesclavitud

(Fotos: S. Trancón)

La dominación ha cambiado: ya no necesita utilizar la violencia para imponerse. Le basta con el control del dinero, de los Estados y sus leyes, del mercado del trabajo y de la mente de los trabajadores. Toda la propaganda nacida en torno a la crisis responde a un programa bien diseñado para cambiar la anterior situación de los trabajadores (basada en normas, derechos y obligaciones), por un estado generalizado de neoesclavización. Lo más nuevo es contar con el esclavo para que voluntariamente acepte su esclavitud como inevitable.

Trabajar hoy por un sueldo que apenas da para malcomer, sin perspectiva alguna de mejora, aceptando la precariedad y la temporalidad, con horarios y condiciones innegociables, perdiendo el acceso a una educación y una sanidad digna, pagando impuestos desorbitados por bienes imprescindibles, haciéndose dependiente de la ayuda de otros o viéndose abocado directamente a la mendicidad… Cuando todo esto afecta a millones de personas y va en aumento, y toda la propaganda culpa de esta situación a los propios trabajadores, ¿cómo llamar a esto? ¿Cómo llamar al enorme sufrimiento, la desesperación, la pérdida de energía y vitalidad, el dolor y la enfermedad provocada por la humillación, la culpabilización, la impotencia y el desprecio que se acumula cada día en millones de personas?

La crisis no ha sido más que un invento para implantar el nuevo estado de esclavitud, la fase actual del capitalismo. O neoesclavitud o muerte. Y lo más repugnante es que los que provocan este enorme retroceso y este inabarcable sufrimiento, no sólo se han vuelto invisibles e intocables, sino que pretenden presentarse como los únicos salvadores: no cesan de reunirse y trabajar incansablemente para sacarnos de la crisis. O sea, para acabar de imponer el nuevo estado de esclavitud y dominación, convenciéndonos de que no hay otro camino, y de que toda rebeldía es inútil.

P.D. Una vez publicada esta entrada me llega este vídeo, en el que se explica el sistema de esclavitud mundial. Sólo le hago una objeción: donde dice EEUU debe decir «oligarquía mundial» o «poder mundial», que ya no está sólo en EEUU, sino que es una estructura supranacional.

Merece la pena verlo:
https://www.youtube.com/watch?v=G9SaiKfKC8c

Santiago Tracón

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