Niños feroces. Por Brisne

«Nada temía, porque tampoco tenía de la guerra otra oportunidad de ir a devolver el golpe y la visita que el comunismo soviético les había hecho a los suyos poco antes. Era joven, se sentía invulnerable, y si por un azar caía, pues se iría, como decía la canción, y nada habría que llorar ni lamentar. Llorando y lamentandose había estado hasta entonces. Ahora podía empezar la lucha, la vida»

Enfrentarse a Niños feroces es sencillo y complicado. Sencillo porque es un libro de lectura rápida en el que un profesor de un taller literario le cede una historia fascinante a un joven, la historia de uno de aquellos que fueron con la división azul y luego volvieron a Berlín a formar parte de los batallones que defendieron hasta el final la ciudad. Formó parte de un batallón de las SS mandados por Ezquerra. Pero también es complicado porque uno empatiza con los «malos». Es curiosa la ambivalencia al leer la historia que Lorenzo Silva presenta y es curioso por eso, porque te demuestra que aquellos que lucharon bajo las balas soviéticas eran hombres, aunque en cierto modo representen para nosotros el mal absoluto.
Es un libro valiente y no solo por hacerte meter en la piel de un divisionario azul sin demasiada ideología, sino también porque te narra un itinerario de novela en su interior, un taller de escritura, cómo documentarse, cómo hacer entrevistas a gentes que lucharon en Irak para comprender lo que sentiría alguien con un fusil en la mano. Historias que se entremezclan con la principal, con la lucha de un joven español al lado de los nazis. Y en esas historias paralelas, en esa documentación es dónde más he disfrutado, apuntando libros que luego leeré como «Historia de un alemán» de Haffner o «Pelando la cebolla» de Gunter Grass, y también con las reflexiones sobre conflictos actuales, sobre los conflictos pasados, sobre el honor incluso sobre los que ahora se saben perdedores pero no renuncian a unas ideas que les hicieron pasar la juventud entre bombas y bajo las trincheras. Y he pensado en que no sabría que hacer si a mi me tocase vivir la historia como la vivieron ellos, e incluso si esta brutal crisis acabará en una guerra o no. Y al hilo de Niños feroces que he devorado en las noches como un caramelo amargo, he empezado historia de un alemán sabiendo de antemano que no va a decepcionarme, leyendo sobre hechos históricos que no lo parecen cuando suceden, que no cambian tu familia, tus convicciones pero que son capaces de revolucionar la historia y luego afectar a tu vida. Y he visto perfectamente a niños defender Berlín y he pensado en todos los niños que lucharon en la nuestra, gente que con diecisiete o dieciocho años luchaban igual sin saber bien lo que hacían, porque tenían que hacerlo, por que el valor era eso, salir de tu casa y ponerte a pegar tiros.
Es una historia que deberíamos saber. Incluso la de nuestros divisionarios, una división fantasma que se perdió en las estepas rusas y a la que luego, cosas de la política, dieron la espalda.

Brisne
Colaboradora de Canal Literatura en la sección “Brisne Entre Libros
Blog de la autora

2 comentarios:

  1. Leí esta novela recientemente, con el detalle añadido de habérmelo firmado el propio autor tras una presentación pública en la que le puso marco a sus páginas. Una suerte.
    Estoy de acuerdo, es un caramelo amargo. Las guerras pasadas y presentes con todas sus descarnadas crueldades.
    Disfruté más con otras novelas de Silva, pero nunca está de sobra que alguien nos recuerde el horror para aprender a valorar la paz.
    Excelente crítica, Brisne, como siempre.

  2. Ha sido mi primera novela de Silva, pero creo que buscaré algo más suyo. Muchas gracias por los halagos. Es un caramelo amargo pero es bueno.

    Gracias

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