«Mucha gente piensa que hacer la maleta es cuestión de entrenamiento,
que lo aprendes espontáneamente como cantar o rezar.
Nosotros no teníamos entrenamiento y tampoco maleta».
Acabo de ver Doce años de esclavitud. No voy a hablar de cine, ni de aquellos días negros que nos parecen producto de la imaginación desbordada de algunos. Ni siquiera voy a hablar de la condición humana.
El odio irracional, el desprecio por lo diferente, por lo que escapa al control, por lo desconocido, se engendra desde el inicio de los tiempos. Pero frente al sinsentido de posturas que se enquistan convirtiéndose en baluartes de una sociedad enferma, que pasan por encima de la libertad, de la dignidad y del respeto a la integridad física, incluso a la vida, quedan unos pocos, muy pocos, de los que no se puede prescindir, gente que hace frente a la cerrazón y a una pasividad que da pavor.
Dar un paso adelante requiere de una valentía desmedida, porque esos pasos casi siempre conllevan la muerte civil del que decide cruzar la línea que con el desprecio y el odio marcó una frontera entre el ser y el deber ser. A este último, a lo que debe ser (filosofías a un lado), solo se llega, dicen, cuando uno consigue liberarse de la ignorancia y del reduccionismo en el que se nos intenta encerrar entre sus neurosis destructivas, un trabajo que dura toda la vida.
Lee, piensa y sé libre.
Anita Noire
Breve y directo.
El otro día, en una cafetería, me pusieron un sobrecito de azúcar con mensaje. «Piensa lo que quieras, pero piensa».
Pues eso.
Yo sentí algo parecido viendo el otro día la película La ladrona de libros. Muy recomendable. Saludos.