Volver atrás en el tiempo, en esa dicotomía entre sueño y realidad en la que confrontarlos a través de un limpio y magnífico ejercicio de estilo. Recuperar la memoria y las sensaciones de las cartas escritas a mano, de los amores imposibles, de los fantasmas que huyen tanto o más que aquellos a los que encuentran, o revivir a través de otros ese amor que se fue. Todos ellos, a día de hoy, son sueños a los que , con una prosa limpia y certera, nos invita a visitar o revisitar. Recuperar un sueño, aparte de volver a vivirlo, es sentirse vivo de nuevo. Ese latido del corazón que se sobresalta en cada esquina ante lo inesperado, ese sudor frío que nos recorre la espalda de miedo o pasión, son solo dos de las emociones que podemos encontrar en los párrafos de esta recopilación de cinco historias breves que, con la posguerra como telón de fondo, se sumergen en los deseos del ser humano. Hay mucho amor en estas cinco historias que nos intentan renovar el pabellón de los anhelos imposibles. En Epistolario de un soñador asistimos a la narración de los perdedores, pero esta vez no circunscritos a la guerra civil, sino transportados mucho más allá, justo hasta la frontera de los más amplios sentimientos del ser humano. Amor, miedo, sueños y decepción se dan la mano en estas cinco historias en las que Ramón Zarragoitia vierte lo mejor de su prosa. Hay suspense como, por ejemplo, en el cuento que abre la recopilación, titulado Entre hombres, o miedo a la verdad, con la amistad de telón de fondo, en el que le sigue: Mal trago. De ahí, el autor nos lleva hasta una estación de tren abandonada, donde en la descripción inicial del relato creemos ver a Robert Jordan, el protagonista de Por quién doblan las campanas de Hemingway, camuflado con la complicidad de la noche; una noche plagada de miedos. Miedos inesperados y cargados de historia, la del ser humano, que no se nos olvide, pues Epistolario de un soñador es la intrahistoria de sus personajes por encima del período histórico en el que se desarrollan. Hay muchos recorridos interiores en estos retazos de vidas y sus sueños. Como sueño es el leitmotiv del relato Cada miércoles, donde la protagonista revive su pasado a través de un presente al que se enfrenta con los ojos cerrados, pues a través de ese túnel infinito puede recrear el mundo que ella necesita revivir, su mundo… su amor. La recopilación se cierra con el relato titulado Epílogo, nada inofensivo, pues, si lo unimos a la dedicatoria que abre este libro, tiene mucho de declaración de principios y de reto, quizá porque no hay un mayor riesgo para el epistolario de un soñador que hacerlo bordeando los límites de la realidad a través del amor.
Ángel Silvelo Gabriel