Llevo unos días leyendo el «Dietario voluble» de Enrique Vila Matas y tiene un trocito dedicado a los regalos en el que dice más o menos que uno cuando regala ha de querer mucho al otro porque no es fácil librarse de un objeto que quieres, aunque lo acabes de comprar. Y tiene razón a mi eso me pasa, como a él, con los libros. Cuando regalas un libro te libras de un objeto que amas, si el libro te gusta, cuesta muchísimo darlo a otro. Vila Matas propone comprar pasados uno o dos días otro ejemplar para uno. Ese acto de amor, el hecho de esperar unos días con impaciencia a tener el libro que tanto amas y has regalado. Lo peor en esos casos es que el libro que tu querías, el que deseabas poseer no guste al otro. Sea recibido con una sonrisa y guardado con cariño en medio de otros.
No regalas un libro, regalas tu impaciencia, tu contención, regalas tu tiempo. Y eso no todos los que lo reciben lo entienden, pero sí quien los regala. Quién regala un libro regala un tesoro. Y por eso, porque soy egoísta apenas regalo libros. Por eso prefiero regalar cosas que no me importan tanto, aunque cuesten más dinero. Porque quién regala un libro no solo regala el valor de ese libro, regala su ilusión, regala un trocito de sí mismo.
Por eso yo regalo libros que ya tengo, libros que sé que no van a gustarme. Y los que me gustan, los que deseo, los que cazo en cualquier librería me los quedo para mí. Forman parte de mis lecturas, los devoro de inmediato, o los guardo para leerlos luego. Mis libros. Mis cosas que tanto me gustan. Seguro que ustedes tienen una relación así con algunas de sus cosas, seguro que ustedes sienten la misma desazón con una figura, con una muñeca, con una bufanda. Estoy segura que también les cuesta desprenderse de ellas.
Llegan las fiestas, regalen libros, bufandas… lo que quieran, háganlo con cariño, con impaciencia, y si reciben un libro piensen lo que le costó a quien eligió ese libro y pudo, con dolor, librarse de él.
Brisne
Colaboradora de Canal Literatura en la sección «Brisne Entre Libros«
Blog de la autora
Excelente artículo-pensamiento, Brisne. Contiene una visión apasionada de una pasión (y aquí me permito la redundancia y la cacofonía, no sé decirlo de otra manera).
El estupendo artículo de Brisne, me hace recordar el día que até a un amigo y robé un tesoro.
Cuando yo tenía dieciocho años intercambié un libro con un amigo. No recuerdo el libro que le presté, pero yo me llevé la maravilla de «El Gatopardo», de Tomasi de Lampedusa. Cuando lo leí, le dije que nunca se lo devolvería. Han pasado más de cuarenta años, y aunque él tiene varias ediciones distintas (Alguna en italiano, creo),cada vez que nos vemos el me dice: «Me debes un Gatopardo» y yo le contesto: «Déjamelo tener un poco más». Ese es el robo más rentable de mi vida, tengo un libro que es un tesoro y a un buen amigo atado a mí para siempre.
Gracias a los dos por los comentarios. Tienes razón Rafael soy bastante apasionada con mis libros y mis lecturas. José María un día hablaré yo de los libros que me deben y los que debo. Creo que soy mala robando, me he quedado con bodrios verdaderos y dejado magníficos libros. En fin, da para otra opinión al menos.
Abrazos
Maite