Cojo mis ojos
con los dedos
y me los cambio
de sitio
(últimamente veo
demasiado
alto
y el otro
día
casi piso
un recuerdo
que estaba
dormido)
Después,
me aliso el
pelo
(estos rizos indomables
no dejan
que pase la
luz a mi
cerebro y
lo necesito
fresco
—en carne viva,
diría mi
madre—).
Y multiplico mis
dedos hasta
llegar a
cien
(tu número
favorito,
nunca supe
por qué).
Lo último,
y lo más importante,
será afilarme
las
uñas
—ahora cien—
y
los
dientes.
Es lo único
que me falta
para,
cuando
me vuelvas
a engañar,
matarte.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»
Blog de la autora