Serena llego al tiempo de las flores.
He meditado mucho esta alegría.
Desde la noche ciega
me reclamó otra vez la azul tristeza
como súbdita suya.
Siempre me eché en sus brazos
sintiendo estar a salvo
en esta soledad tan conocida.
Ella supo mis quejas,
y me amó como a nadie,
y yo también la quise por costumbre.
Pero llegó el momento del despido.
Cuando de nuevo arraigue la vigilia
en mis manos de luna pecadoras
será para cuidar que no me robe
este aroma de amor que me redime.
Mari Cruz Agüera
Da apuro pasar por aquí y no decir nada, pero es que los versos de Mari Cruz nos dejan siempre callados (y avergonzados de los propios).
Muy hermoso y esperanzador. Gracias.