Atlanta
Porque eres agua, y en agua te convertirás.
Cuando sientas que no puedes sujetar la alegría
y notes en tus labios la sal del llanto,
muerde fuerte la risa entre los labios
y evoca el canto del mar que fuiste:
evoca la bravura que tuviste
cuando junto a la Luna te crecías
y evoca la paz de la alborada
cuando el Sol sobre tu espacio aparecía.
No rodará esa lágrima que hace bailar la luz.
Se asustará la pena
al ver la risa amplia mordida entre los labios.
No habrá nido en tu pecho para las negras alas.
Te harás de nuevo río y bajarás del monte,
porque tu alma de sal requiere el agua.
Te orientará la brisa.
Saldrás del negro cerco donde viste, un día,
caer todos los siglos sobre ti, asombrando tu gesto
para siempre…
Bajarás despacio, para que no resbalen los siglos
de tus hombros,
para que no se borre la historia de tu frente,
porque no se diluyan las almas, de tu alma;
de todos los que fuiste, o de los que en ti habitan.
Ya no habrá soledad para ti, Atlanta,
el alma universal de los poetas, te acompaña.
Pisarás la Huerta ¡Tú pisarás la Huerta
con tus pies de agua!
y cantarán, para ti, las fuentes,
de los jardines moros, de la Alhambra.
Te aliviará del sol
la hoja verde y gris del olivar.
Pasearás despacio bajo la sombra esbelta de la Giralda.
¡Ya entrarás en tu Río! fluirás con el agua
y cruzarás con ella, la tierra blanca del vino,
la tierra de la cal blanca.
Entrarás en la Marisma y bailarás con el agua
¡Tú, un junco más, Atlanta!
¡Ya mojará tu cara la brisa atlántica!
y te sentirás en casa; tu casa.
Entonces… te convertirás en agua, porque tú eres agua,
Atlanta.
***
¿Qué Hago Conmigo?
No sé qué hacer, resignada
a la soledad del mar,
a la desnudez del agua,
a la furia de las olas que hoy galopan
como yeguas furiosas,
que agitasen al viento crines de espuma:
esqueletos transparentes
dónde cabalgan los sueños
vueltos pájaros de mar
o ángeles marinos, arañando el cielo
con alas de jazmín en catarata,
hacia el oscuro abismo del futuro
con la vaga impaciencia del suicida.
¿Qué hago conmigo?
confidente muda de los sordos,
preso el grito
en el eco abisal de las caracolas.
***
In Memoria
Muere el cendal del tiempo,
en el desorden de la noche,
por donde vuelan los pájaros del sueño
al cobijo del almiar de la Memoria,
hermana cainita del Olvido.
Se atrinchera la conciencia en las tinieblas
para sobrevivir al tránsito del naufragio
y la cellisca,
despeñando el turbión de evanescentes efigies
que huyen de la curiosidad de los espejos clausurados
por las sombras.
Pero a ti,
a ti te apresan mis pupilas y te renacen
a la luz que ya arquea el espacio y las horas.
Rueda la luna, tras el presagio del alba,
hacia el alfeizar de otra noche lejana
-zurea la torcaz-.
La brisa pone alas a la bruma, y en mí,
un céfiro interior silba tu nombre
-humea el café-.
Te dibujo en el aire con caricias
abrigado de vida, que hace frío.
Vamos, enséñame el camino hacia tu muerte.
***
¿Para qué yo?
¿Para qué mis ojos? si ya no te ven.
¿Para qué mi voz? si ya no me oyes.
¿Para qué mis manos? ausentes de caricias.
¿Para qué la esperanza? si ya no te espero.
Si ya no existes…
¿Para qué yo?
***
Diálogos del Agua
Ven a mi océano, azul;
espejo nocturno de la luna,
ladrón de estrellas que guardo para ti, en ramos,
como de flores.
Abrázame, vuélvete mar.
Salta desnudo, del predeterminado lecho,
en este instante de instantes
residencia de lo eterno.
Guardo relámpagos de amor, en mis suspiros,
para esculpir con besos tu cuerpo de lucero,
cansado de viajar.
Haré de mi bramar, susurros transparentes;
de mis olas, espumas de caricias.
Te miro sembrando semillas en tus pupilas.
Te hablo sembrando semillas en mis palabras.
Vino dulce suplico a esa cosecha,
donde embriagarnos de amor
sin retorno a lucidez traidora
de inventadas realidades.
Entra en mi cuerpo de agua, entra.
Entra en mi cuerpo de sal, entra.
Diluyámonos en la inmensidad atlántica
suavemente, rozándonos la piel de agua
-Tú, dulce huidizo río, yo, incansable mar de sal-.
Regálame tu dulce voz y el calor
de la tierra que regaste
hasta convertirme en volcánica lava
negada a la petrificación
si no es de amor…, mi Amor.
Y el Guadalquivir dicen que dijo, si pudiera llegar hasta el Rocío ¡Ay, mi Río! (José Infante)