Porque hay Retinas de piel ajada que no dejan pasar
ni la belleza, ni la luz
(afortunada yo, que una me dejó nadar dentro de ella un ratito).
Sé que te llevaste
al hospital
mis poemas
y los situaste
en la mesita de noche,
cerca de las pastillas
que aún
te prendían
a nosotros.
También,
que cada día,
antes de dormir,
leías mi dedicatoria.
También descubrí
que no querías
detallarme
toda la vida
que te sobraba
a chorros,
para no molestarme
(sin embargo
me regalabas
los versos
más hermosos,
con toda tú
dentro,
desnuda y
apaleada).
Conozco,
porque las brujas
espiamos
a las mujeres
que amamos,
que me querías
y que volverías
a montar
en moto o
a saltar
en la cama
elástica
con mis tacones
de azúcar
solo para verme
sonreír
(tu risa,
a mi lado,
era verdad,
no me jodas
con otra mentira).
Y ahora quisiera
culparte,
porque te has ido y
porque
las locas
echamos más de menos
a las nuestras.
Pero
no puedo,
porque llevas
meses despidiéndote
de mí y,
aunque lo tuyo
no fuera
ir con Dios,
yo te lo grito,
salvaje,
por si acaso.
No es que yo llegara
tarde a tu vida,
querida inolvidable,
es que llegaste
tarde
tú misma.
(Gracias por tu regalo, ahora sé por qué pesaba demasiado para viajar contigo al cielo.)
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azúcar»
Sin duda alguna, uno de los poemas más hermosos (y sinceramente dolorosos) de los que te conozco.
Un abrazo.