Besos recién cortados
sobre el tapete gris de mi existencia
y a lo lejos, las voces
que una vez te llamaron sin conocer tu nombre,
sin saber de tu cuerpo.
Besos que se desmayan
como pétalos rojos de deseo,
heridas infinitas que se inflaman
y más tarde enmudecen.
Besos sin apetito
a oscuras entre sueños imposibles,
inmóviles testigos de un amor que retorna
y palpita y florece.
Besos que acaso nunca
olviden los momentos en que fuimos felices,
que pronto han de volver
con las manos vacías a encontrarnos.
© Juan Ballester
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