CARMÍN EN VENTA
Estrecha cremallera
de oxidados dientes, y espinas,
abrocha el viejo
y arrugado continente,
a otra nueva
y tersa vida, mujer en venta.
Trasnochan los días y arrancan
sedosos pétalos de hembra,
en sobrio musgo tapizados que,
en manos del desconocido,
enajenan,
de ese títere inmóvil
que a presentarse no acierta.
Cuando impares torrentes, de pesadas monedas,
se tercian a discurrir
en los toboganes de la tersura del muslo.
Cuando el agudo concierto
de su sonrisa color carmín
yace en sequía.
Cuando en el sumiso lienzo
estallan a pintar las noches,
con acuarelas de tonos grises.
Cuando bailan sus pies
de lágrimas y sudor mojados,
se exprimen las horas
de su trémula carne,
de sus carmines rotos y
como carruaje, que desbocado parte caricias,
quiebra con llanto, de las dulces pestañas,
su brusca pintura.
Atrevido traje de criada
del puro encaje carcelero,
en la habitación, irrumpe la fogata,
ella, antorcha de manos sabias,
y arden dos cuerpos, en la humana enredadera
que se pondrá a secar bajo esta luna
de cabos negros.
Y de nuevo amanece el día
en el tibio algodonal,
y aquí, su cálida epidermis
sueña que un día tornará a ser libre,
porque la mente siempre es.
Aquí, y entonces, volverá…
sólo para besar al viento,
y entonces volverá…
para caducar su carmíneo pasado en venta.
(porque una prostituta pierde su identidad,
pero nunca deja de ser una gran señora…)
R.Cruz Sevilla