La luz amarilla de las farolas me maldice desde arriba
y yo miro, de reojo, y me escondo entre las sombras.
Un viento helado sacude las papeleras, y mariposas de plástico
vuelan sin rumbo fijo, y se burlan de los niños, pues se saben inmortales.
El último tren que partió no atravesó el horizonte,
un enjambre de ambulancias lo rodeó en las afueras
y los niños aún esperan con la luz encendida y y un reproche en la mirada
el regreso de sus padres.
Ni siquiera la locura se me antoja un disparate;
acostumbrado al coro de mítines y telediarios,
escapo como puedo del murmullo de la gente, de oraciones y ovaciones
que me parecen grotescas, que me aterran,
y corro hacia ningun sitio, cegado por las luces.
El sol es ajeno hace tiempo a estas calles, y es seguro que la luna
desaparece en las tinieblas.
Confundido entre las burlas intento desprenderme de esta red
de sonrisas e intereses, escapar de la avalancha de monedas furiosas
sin más heridas que las que llagan mi piel.
Es así que, mientras corro, a trompicones
entre escaleras mecánicas y bolsas de papel
vuelvo a recordarte, vuelvo a reprocharme
todo aquello que no fui capaz de hacer.
Y azotado por mis sombras, aturdido por las luces y los ruidos que no cesan,
llego hasta ti, otra vez, y, al encontrarte de nuevo,
de pie, esperando mi regreso, el mal sueño se desvanece
y, confundido aún, me acerco a tu lado y te envuelvo con mis brazos
… mientras preguntas «¿Qué tal la tarde, cariño?».
Doctorv
¡Ufff! Menos mal… Me ha encantado. Besos.
¡Menudo ritmo, amigo! Un saludo
Bendita confusión y bendito mal sueño si desembocan en un poema como este.
Siempre es un gusto leerte.
Un abrazo.
Muchas gracias por vuestros comentarios. Un abrazo.