Cuantos años cuento, su curiosidad me volvió a preguntar
la supuse impropia por su edad, pero resolví contestar
no es mi pensar contar años, la vida me los dona al pasar
pero acostumbro a vivir lo que me ofrece, con alegría y calidad.
En el rostro de la niña, se leyó asombro y confusión
esperaba otra respuesta, quizá otra forma de pensar…
porque la juventud del alma, no es visible a los demás
y al tocar la madurez, es el interior quien debe expresar.
La juventud que acuna el alma, es música celestial
que en tropiezos de la vida, me ayudó a incorporar
a superar infortunios, y otras sentidas almas acariciar
con la fuerza de los sentimientos, que siempre amé regalar.
La madurez es vida, es plenitud, es saber acariciar
es adquirir profunda belleza, seguridad en el andar
caminar la vida con certeza, conservar intactos los sueños
es luchar y lograr conquistar, los más caros anhelos.
Mirtha Rodríguez
Argentina
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