Ángel de mi guarda, dulce compañía,
no me dejes sola ni de noche ni de día…
(ORACIÓN)
Dime si
me vas a llevar
contigo
a la tierra de
nunca jamás
o si me abrazarás
cada día
al volver
de la vida.
Asegúrame,
también,
que me apretarás
la mano
para cruzar
mi tristeza y
la calle
(aunque tu
jefe nos
mire).
Grítame
que me besarás
(con lengua,
por favor)
los días que
no son mi
cumpleaños y
que me levantarás
la falda
mientras cocino
gemidos para
ti.
No me prometas
nada
(odio las promesas,
terminan pudriéndolo
todo);
tú solo
dímelo y
si tus
ojos
me recitan
la verdad,
te amaré como
solo una niña
sabe hacer:
desde
la
tierra
al
cielo.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta web en la sección
De Diario de un desembarco, en Huerga y Fierro
Qué bien dibujas esa femineidad que aletea entre la sensualidad y la niña; entre la fuerza y la fragilidad…
Me encantas Yolanda!
Amelia, a mí me encanta que expliques tan bien lo que quiero transmitir 🙂 . Gracias infinitas por leerme así de generosa y por tus palabras.
Un abrazo enorme.