Mira a ese hombre y su perro.
No importa que sea febrero y que apenas alcance
la manta mullida por el polvo amontonado
para abrigarle del hielo de las noches:
el cuerpo cálido del perro consigue cada mañana
reanimar sus manos.
Pareciera que fuera el animal el dueño,
el que en las noches designa y reconforta
la cueva improvisada en cualquier escondrijo
de una calle solitaria; el que aleja los peligros
que interrumpen el pasar indolente de las horas;
el que -y no lo dudemos- acerca el sustento
a esa casa sin tejado: no es la compasión
de las personas dadivosas hacia el pobre infeliz
la que procura la limosna -demasiada indigencia
en este mundo descosido-, sino un doblegarse
a la belleza indiscutible que carga el animal sobre su espalda
y, más allá de su lomo, a la que se evidencia
en la piedad de sus ojos.
Y si el perro pudiera pronunciar palabras,
sólo podrían brotar las de gratitud de su boca,
aunque no hacia todas esas gentes presuntamente generosas
o a la mano del amo parsimonioso que siempre aguarda la tarde
para alimentarlo, sino a la misma vida, la que día tras día
le proclama héroe de esta historia,
la misma vida que tarde o temprano
habrá de abandonarle.
Juana Fuentes
Un texto todo sensibilidad y ternura, un héroe insignificante de nuestras calles que ni siquiera clama ni protesta.
Como siempre, tus versos acampan en lo sencillo y en el fondo de los corazones que aún se empeñan en latir.
Hermosos versos, preciosa sensibilidad.
Dificil extraer belleza de algunas realidades si además de talento no se tiene un corazón bonito.
Felicidades.
Cuándo hay corazón, sentimos todos. Me ha encantado.
Miles de gracias por vuestras palabras. Y miles de besos también.
Me gusta mucho tu poema, el modo de abordar esa realidad del hombre y su fiel compañero, el perro, aunque en verdad no hay palabras en el mundo con las que podamos acabar con tantas injusticias.
Gracias, Majomar. Ojalá sólo existieran los héroes, aunque fueran pequeños como éste, para inspirarnos las palabras, y no las injusticias.
Un abrazo.
Bueno Juana, te confesaré que no había leído esta entrada tuya hasta hoy.
Y es un poema de gran profundidad y calado; veracidad de escenario que todavía prolifera en las aceras de cualquier esquina y lugar, a pesar de los tiempos tan modernos en que vivimos. Solo almas dotadas de una sensibilidad especial, pueden plasmar con tanto acierto y ternura, ésta como tantas otras injusticias humanas que son cruda realidad en nuestros días; desde y por siempre.
Un abrazo. Juan