El solitario
Lo he venido observando cada día,
cierto en su latitud de cuerpo quieto,
y he visto la resina de su llanto
ungir a muchas piedras
y a su paz detenerse en el paisaje
como una soledad fosilizada.
Paso a veces despacio,
compadeciendo el rumbo silencioso
de la sombra que escapa de su tronco.
Sé que falta a sus ramas la caricia
de una inquietud de pájaros,
algo que le recuerde en su rutina
que alguna vez soñó con unas alas
que le llevaran lejos.
Y, sin embargo, entiendo
su rotundo fervor a esa tierra tan seca
-qué libertad, a veces, asumir la derrota
de la inmovilidad de las raíces-.
Lo he venido observando cada día,
mientras iba a mi vida,
a mi muerte, al trabajo,
no sé cuánto le pesan las escamas del tiempo;
tal vez sea feliz como lo son los árboles,
creciendo, dando frutos
y al sentir que le escuchan
crepitar su lamento mientras llega el olvido.
Mari Cruz Agüera
Tal vez sea feliz así, sí, como un árbol. Siempre será más leve asumir la gravedad de raíz que te ata a tierra que la negativa a dar el paso necesario para buscar amor o compañía. Precioso, Mari Cruz. Un besico.
Precioso texto sobre las limitaciones impuestas y quizá asumidas. Siempre me emocionas Mari Cruz. Besos
Me han sacudido gratísimamente tus palabras, muy frescas y vivas. Una auténtica delicia.