Como un rayo de luna que traspasa el vacío
hasta dar en los pliegues desparejos del río
se apresura la vida: su destino es el mar.
Y uno: pájaro bobo que se pensaba eterno,
empieza a darse cuenta que se allega el invierno,
que el frío es impiadoso a la hora de aletear.
El tiempo es el que mella las más perfecta rosa,
el que agrisa la estampa de la hembra más hermosa,
el que mueve el trebejo de nuestro subsistir.
Los sueños agonizan en lejanas orillas
y un arsenal maldito de fotos amarillas
me cuentan al oído lo vano que es vivir.
Suenan para otra gente las campanas más bellas
y parpadean burlonas las más grandes estrellas
talladas en un cielo que no puedo apreciar;
y un ruiseñor dolido me arrulla con su canto,
me recuerda las noches donde he esperado tanto
las caricias perdidas que ya no voy a hallar.
Es cierto: existen flores que nacen en otoño,
pero cuesta la vida cuidar cada retoño
con las ganas menguadas, ya gastadas, de ayer.
Y hay un sabor y un gesto que se han quedado lejos,
su remembranza asalta detrás de los espejos
diciéndonos que hay cosas que no van a volver.
Marcelo Galliano
Le concede siempre la lírica en la elegía al poeta el privilegio de lamentarse desde lo hondo.
Como la vida es una buena elegía, así de agridulce.
Un saludo.