Ensoñación
Como si acaso fueras una rosa incipiente,
capullo que se asusta cuando cae el rocío,
me gustaría arroparte tranquila y mansamente
y a solas preguntarte: «¿mi amor, no tienes frío?».
Y así, tan egoísta, mientras toco tu frente
y acomodo el cabello que te molesta impío,
mentirte sin reparos con mi boca indolente
diciéndote: «no existe mejor calor que el mío».
Y sentir que, traviesa, tú esbozas la sonrisa,
esa que con dulzura me arrastra a la cornisa
y dejas tan artera tu palabra: «quizás».
Y saber que en un rato tan prófuga la luna
se hará nada al misterio de la aurora importuna,
y yo diré despierto: «mi amor, ¿adónde estás?».
Marcelo Galliano
Argentina