ENTRE PORTUGAL Y ESPAÑA
Río Duero, que atraviesas
la meseta castellana,
desde los picos de Urbión,
hasta las aguas saladas;
un abismo misterioso,
irrumpe tu voz callada,
mezcla de amor y desvelo,
de rumor y de añoranza.
Dicen de ti, que recelas
del Pisuerga y sus entrañas,
aunque yo sé que no es cierto,
pues él, te quiere y te ama.
De Soría por Almazán,
siguiendo curso hasta Aranda,
te abres paso entre meandros,
sotos, valles y cañadas.
Cruzas Roa, Peñafiel,
con tu mágica elegancia,
y entre Pesquera y Valbuena,
las dos Quintanillas pasas;
después Tudela y Herrera;
a un lado queda Simancas.
Es allí, donde el Pisuerga
te abraza sin arrogancia,
aportando generoso
su inmenso caudal de agua.
Lugar mágico del Duero,
de mítica remembranza;
campos de vid y de mies,
de tristeza apasionada.
Lejos quedaron las sombras
de tu pasado y semblanza;
huellas de los Comuneros,
que con nobleza, a la ultranza,
defendieron los derechos
de Castilla y de sus arcas.
Río Duero, río Duero,
¡por cuántos lugares pasas,
hasta cruzar Tordesillas
entre sotos y barrancas!
De Castronuño, en la vega,
te acercas a Villafranca,
después a Toro y Zamora,
para salir en Miranda
do Douro, ya en Portugal
y frontera con España.
Ya te observo en Los Arribes,
en el salto de Aldeadávila,
que llaman de la Ribera,
provincia de Salamanca.
Río Duero, Río Duero,
que cruzas Castilla ancha,
¡cuántos poetas dejaron
en tu fiel punta de lanza,
su emblemático misterio
de virtud y de enseñanza!
Entre suspiros y anhelos,
entre aromas y fragancias,
vas dejando en tus orillas
todo un caudal de bonanza.
Río Duero, que en Salduero
despiertas a la alborada,
¡no dejes que nadie oculte
tu inmenso espejo de plata!
Desde la Laguna Negra,
fría, profunda y callada,
bajan arroyos helados
entre pinares y hayas.
Allí, canta el ruiseñor,
el mirlo y la alondra cantan;
allí, te admiró Machado
asomado a tu ventana,
y en San Saturio, sendero
de ruegos y, de esperanza,
cantó al olmo y al ciprés
de su Soria provinciana.
Después con Gerardo Diego,
volverían más palabras
hasta tu lecho y corriente,
para acariciar tu alma.
Río Duero, que en silencio
besas esas tierras llanas
de Castilla y de León,
al sonido de campanas,
¡no te alejes todavía!
¡espera que yo me vaya
contigo al inmenso cielo,
con las estrellas cansadas!
Río Duero, río Duero,
que por la vega me abrazas,
te vas camino de Oporto,
dejando aquí abandonada
la cuna donde naciste,
al pie de aquellas montañas.
Ya asoma la luz del día;
en un mar lleno de calma,
veo al Orto silencioso
endulzando la mañana.
Y tú Duero, sonriendo,
ni miras ni dices nada,
porque ya eres sombra y luz,
eres claridad temprana,
eres rumor y caricia,
borbollón de luna clara,
que se estremece en la mar,
junto al lucero del Alba.
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Autor: Juan A. Galisteo Luque
Del poemario: Versos y paisajes.
El río Duero a su paso por Zamora
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