Hay veces en las que una historia puede ser la de todas las mujeres del mundo,
incluida mi madre,
mi hermana,
o yo.
Este poema va dedicado a las dos mujeresguerreras que en él batallan por amor.
Lo último
es pedirle perdón a ella,
porque casi le robo
la vida.
Y sin vida,
solo sería
el principio
de su fin.
Y decirle
que no sólo
no la odio,
sino que la admiro
por amar
a quien me dice
que no la ama.
–Y sentirme bien
por volver
a dejarle
hecha la cama.–
Y, para saldar
esta invasión
satánica
que me devora,
decirle
que su hombre
nunca dijo
nada infausto
de ella.
Y que él
me dejó
antes que yo.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»