Será bueno, supongo, que aclaremos las cosas,
yo no soy esa imagen que te ha dado en pensar,
me asocias tiernamente con las deshechas rosas
que en los libros que he escrito se te da por guardar.
Mujer, quiero que sepas: conmigo no habrá otoños
con hojas que danzando resistan a morir,
siempre habrá una tormenta que postre los retoños
y que violentamente los haga sucumbir.
No acercaré a tu rostro la caricia más tersa,
ni el perfume más dulce del más dulce clavel,
seré en cambio un estigma, la maldición perversa,
el beso más hiriente del hiriente Luzbel.
Nunca tendrás la brisa en el balcón florido,
sino el viento cargado de llanto y de dolor,
el beso más amargo, el jamás concebido,
la ponzoña maldita que mata cada flor.
No seré mano amable que te anille en el frío,
que te tome en el aire si estás presta a caer,
seré la piedra dura que espera en el vacío,
y un rasguño de nieve, y un ansia de doler.
No te prometo noches mecida entre mis brazos,
madrugadas eternas de labios y calor,
tendrás los soles muertos de todos los ocasos,
penumbras solitarias de penas y temor.
Te daré las espinas con todo su veneno,
las salitres sudadas, la grieta en el cristal,
el pan de la locura del más feroz centeno,
el capullo encendido de mi planta del mal.
¿Has oído y me quieres…me quieres todavía?
¿No han logrado estos versos que estés dispuesta a huir?
Entonces te condeno: serás tan sólo mía,
acércate a mi pecho, bienvenida a sufrir.
Marcelo Galliano
Argentina