Los años han pasado, se han ido sin remedio
y apenas si conservo dos cartas y un perfume;
el eco de su nombre triste ya se consume,
tanto pueden las horas con su implacable asedio.
Muchas veces me afano por componer su imagen,
por tomar los pinceles e intentar su retrato,
lucho contra el olvido e inútilmente trato
de evitar que los cuervos su memoria me ultrajen.
Qué alta es la barrera que nos cerró el futuro,
qué frondosa la selva que extravió nuestros pasos
arrasando los frutos más preciados y escasos
y las flores surgidas del jardín prematuro.
Y al cabo de los años, poblada ya de canas,
mi cabeza cansada se eleva y rememora
su amor de juventud que tanto y tanto añora
llorando por la ausencia de dos almas hermanas.
© Juan Ballester
Hermosísimos alejandrinos. Igual que si leyéramos a don Rubén.
Un abrazo, poeta.