Para encontrar las palabras exactas,
hay que tenerlas.
Llegó jadeante y
astillado.
En partículas
de cólera y
de amor;
evocando
este cuerpo
abierto
a golpes de
besos y
de ternura.
Pero no me dijo que se desvivía por amarme.
Sólo suspiró: qué bien verte de nuevo…
Se apretó
a mi sangre y
reventó mi corazón
–tanta mano abierta,
tantas uñas
plantadas
en mis labios;
tantas palabras
obscenas
mortificando
mi piel–.
Pero no me dijo que vegetaba sin mi boca.
Sólo susurró: terminaré enamorándome de ti.
Me devoró
la razón.
Rompió mis medias y
el encaje de mi
voz y
después,
con la urgencia de
un animal
jaleado,
me idolatró
con el desvarío
de su ardor.
Pero no me dijo que había decidido quedarse para siempre.
Sólo me abrazó (por detrás, mientras dejaba su cepillo de dientes junto al mío) y murmuró: me gusta tu casa.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»
Blog de la autora
Muy bueno Yolanda.
El domingo me agradó verte en TVE, ánimo y adelante con tus proyectos. Éxito. Un saludo.
Me gusta este poema tan directo, visceral y lleno de pasión.
Es como la vida misma, Yolanda.
Parece el embrión de un guión de cine.
Enhorabuena
Un abrazo
Ana