¿Con qué débiles lumbres podré llenar mi casa
en este invierno oscuro de tu ausencia?
Pinto sobre las manchas de silencio
una liviana estela del dios que me sostiene,
como si de estas letras, mezcla de llanto y barro,
pudiese edificar una ternura
donde habitar las tardes de abandono.
Sobre el papel visiones,
caricias fragmentadas por la sombra,
una tristeza fértil
y el cáliz doloroso de los sueños
que ya no sacia a nadie.
Una tormenta sorda se ciñe a la memoria.
Mi corazón es gris, mi voz pequeña,
todo me desvanece y no me salvas.
Mari Cruz Agüera