Mirándote a los ojos
Pareciera que algo más,
sucediera que al cruzar,
acaeciera que algo así
lo adivino y es por ti.
Por ser dulce y pequeña,
absoluta y poderosa,
por ser del campo, avena,
por ser frescura en malva
y ternura veraniega,
porque a mi boca suples
con sabor que amasa y riega:
adivino que tú emerges
de una copla y de una rima,
adivino que tú alcanzas
la armonía, poesía;
ratifico que tú llevas
ese verso de eufonía,
certifico que tú agrupas
los acentos de alegría.
Eres el pareado innato que repite un te quiero,
el matiz aventurero lentamente saboreado,
la sílaba impar que abre mi boca,
la métrica medida con la lengua
que es mi lengua,
el acento estrófico exquisito,
la glosa alejandrina de unos ojos devorados,
la sextilla a la que abrazo sin lógica retórica,
sin tiempo controlado, sin límite acordado.
Te adivino, poesía, tan linda y hecha mía;
tan mía, que zurcida devora y siempre vibra;
tan mía como el grano que en campo hace su día.
Te quiero por tu rostro
de grana y consentida.
Mi dulce y mi pequeña,
mi linda poesía.
Salvador Pliego