La idea de salvarse la despierta.
Ella duerme sobre una cama de esperanza y él hace tiempo que no duerme.
El camino lleno de piedras y de espinas que se ha abierto entre sus cuerpos, comienza a ser doloroso. Así que ella se levanta de su pellejo y decide hablar con la sabiduría de las brujas.
En el mismo instante, él, perdido en la costumbre y sin saber que hacer, huele el peligro de la soledad.
Y es entonces cuando ella, desnuda bajo una camiseta de chico, le da estas órdenes precisas que van, lentamente y sin piedad, ametrallándole la razón:
¿Por qué me abrazas?
Porque te estás desintegrando y
no lo sabes.
Instrucciones
para ti,
que amas
con el cerebro
y no con la
bomba del
corazón:
si no quieres
que me vaya y
te mueres a chorros
pensando que
le devoro los labios
a otro o
si sabes que
hacer el amor,
para mí,
no es un juego,
sino un acto de
fe y perdición,
dímelo…
Grítamelo
dentro y fuera
de mis huesos y
suplícame que
me quede
adorándote
(se me da tan bien…).
Pero no me digas
-con esa educación
inapropiada-:
que te vaya bien,
amor,
disfruta de la
vida y piensa
en mí.
Eso sólo me
sirve
para obedecerte
(olvidarte)
y para saber
que no me engañas
pero me mientes.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»
Blog de la autora