Música
A Gabriel Pliego Carrasco
Salgo a vivir.
Lleno mi corazón de acústica,
de melodías naturales,
de resonancia acompasada en el telar de la alegría,
y mi alma se agita excitada de sonidos.
Cantos como del aire infiltrando las mejillas,
o del palomo emplumando a su paloma,
o del maíz desgranándose y dejando a la mazorca,
o del vientre antes de dar a luz su niño,
o de las alas atándose a las nubes,
o de las amas de casa tarareando madrugadas
y besando a través de las ventanas.
Salgo a latir, a llenarme de zumbidos,
de las tácitas corrientes de notas que brotan de las cosas,
de la armonía gutural con que el pecho deposita
su esfuerzo y es testigo mortal de los sonidos.
Soy el atardecer silbante y de madera.
Amo el canto de huertos y sonatas
que un día la lengua dejara en recompensa.
Amo el placer con que el follaje
extiende su verde a los paisajes
y deja un beso fresco
por si alguien, a sus labios, con suerte le alcanzara.
Tocad… Tocad… Tocad… ¡Tocad!
¡Oh cuerdas de amor aquí en mi alma!,
música de arpas y maracas,
charrascas y violines que suenan posesas cual campanas,
linces de la luz que al oído apaciguaran.
Soplad, ¡soplad!, la cuerda intacta que es del alma:
trombones genuinos y nunca imitados,
pianos de las ágiles auroras,
clavicordios sentimentales y sensibles
al romántico rubor de los flautines,
atriles conteniendo flautas y varilla,
saxofones rectos a la humildad,
a la sencillez y a la virtuosidad;
violonchelos que trajeron su amoroso despertar
de antiguos trinos y aún siguen pillando su desvelo.
Soplad, soplad… ¡Ah del elixir del canto y su tonada!
¡Ah de las violas y corcheas!
¡Ah de la música con sus negras notas!
Soplad hasta que la música emigre,
para que los dedos toquen las cuerdas
y gesten la sobrevivencia de las estaciones.
Soplad como si tuvierais el destino de una estrella
y le alcanzarais con el corazón tocando.
Abridme el corazón.
¡Abridme el corazón!… ¡Sopladle!
Soy el atardecer: ¡rasgadme!
Salvador Pliego
Muy hermoso, Salvador. Todo el poema es música y palabra. Y el optimismo se contagia y te anima a vivir.
Intentaremos, como tú, latir, incluso, en el atardecer.
Un abrazo.