Nadie escucha
Nadie escucha cuando el amor,
hondo como el agua,
va naufragando en su propio miedo.
Nadie percibe el hundimiento
de su ego cuando éste
se va debilitando y huye
con las últimas lluvias del otoño.
Nadie se da cuenta
de cómo la niebla del invierno
impide ver la puerta de salida
ni cómo, en el aliento de las manos,
aún tibias,
van fluyendo todos los abismos,
todas las heridas.
Puri Teruel Robledillo