Para Araceli, por su corazón salvaje,
y para Rogelio, por inventar finales hermosos
Ella se quitaba
la camiseta con
pudor
(bueno, eso era
sólo al principio).
Él organizaba
la tecnología:
vuelca el asiento
atrás,
ten cuidado con
la palanca de
marchas y
ponte sobre
mí, que
estarás más
cómoda.
Las linternas
de la guardia
civil
les bajaron
el radio del iris y
la libido:
chicos,
es peligroso
este sitio,
les dijo
el del
bigote.
Y ella,
medio desnuda y
con esa ternura
que siempre
lo desarmaba,
le preguntó
desvergonzada pero
niña:
¿me puede
usted indicar
(por favor)
un carril
más seguro
por aquí?
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»
Blog de la autora
Yolanda, qué pillina eres. Muchos besos.
jeje, Carmen, es que hay que reírse de uno mismo y recordar los momentos hermosos.
Un abrazo enorme y gracias por leerme y comentar.
Vamos, que la niña encantadoramente descarrilada quería asegurarse un carril. (Sonrío)
Fresco, real, y valiente. Me ha gustado.
Un abrazo.