Ab insomne non custita dracone
«Para vigilar el dragón debe permanecer despierto»
Ora pro nobis
Un domingo cualquiera,
en mitad de la nada,
este pasillo, las paredes disecadas,
estas ventanas con el súbito
espectro de octubre.
La nada no es un espacio,
la nada es una antífona en el desierto,
un cordón umbilical
al vacío amarrado.
Afuera, las hojas al menos saben
cuándo retirarse a tiempo.
Yo, yo, solo soy un constante yo,
que no sabe caer,
que jamás se sabe vencido,
desde lo inalterable de estas ruinas.
No he naufragado jamás
pues jamás he navegado.
Mi yo, el yo,
vanas retóricas próximas
a la acusación
que nos dejan un domingo cualquiera
cuestionando al amor
y su intemperie acostumbrada.
Yo, yo, yo,
donde los tú en lugar
de un nosotros
son otro yo.
Ese domingo cualquiera
donde nos visita el mundo
y desde lo insalubre de la alcantarilla
nos grita:
¡abajo los brazos, baja el alma, deja de luchar,
pues tú
ya estás muerta!
Y, desoyendo la voz, rezas,
rezas para que te salve alguien
y por una vez
no seas tú misma.
María Pilar Gorricho del Castillo