El Valle de los caídos. Por Antonio Marchal-Sabater

El Valle de los caídos

San Lorenzo de El Escorial- Valle de los Caídos

En estos días se ha reabierto el siempre controvertido tema de la exhumación del cadáver de Franco del Valle de los Caídos, y la verdad es que por mucho que lo medito, no veo ningún motivo para que ese señor siga allí ni un minuto más. No se me escapa que los grupos políticos de la oposición han querido escenificar el poder que tienen, como tampoco se me escapa que ya han pasado varios gobiernos del PSOE por el Estado y a ninguno se le ha pedido que lo haga. Sé, que en España, hoy por hoy, hay cosas más importantes, o quizá no. Y digo que quizá no, porque no es tolerable ni serio que un país mantenga un monumento a un dictador, a alguien que secuestró la soberanía al pueblo español durante 40 años, y que si bien tuvo algunos éxitos en la guerra de Marruecos que fueron reconocidos por toda Europa, su mayor logro militar fue reducir a su propio pueblo, humillarlo con la fuerza del ejército y provocar el exilio de unos cuantos cientos de miles de españoles y permitir que el resto de países de Europa los tratara como apestados, algo que hoy solo hacen regímenes tan trasnochados como lo fue el suyo, véase Argelia, Siria, Somalia y no sé si alguno más por ahí. Sé, no hace falta que nadie me lo diga, que la II República no fue un buen experimento, y sé que su fracaso se debió a que la izquierda, que nunca ha sabido interpretar lo que es una República, se empeñó en hacer una revolución comunista, en un tiempo en el que las revoluciones ya habían pasado de moda, de hecho, apenas un año después Rusia dejó de ser comunista. —Sí, sí, como lo leen, y no me lo discutan. No hay nadie de la izquierda actual que reconozca a Stalin como tal. Pregúntenle a cualquiera de ellos y le contestarán, con muchísima desfachatez, que fue un fascista que abrió un paréntesis fascista con su llegada al poder en 1941, que se cerró con su muerte en 1953 para volver a ser comunistas buenos, y que estos que tanto piden responsabilidades históricas y que están por juzgar a los Reyes Católicos por el genocidio de América, al Cid por matar muchos moros durante la dudosa reconquista y a Nebrija, ese facha impresentable al que no se le ocurrió otra cosa que hacer una gramática de la insignificante lengua castellana, son incapaces de asumir que entre sus filas también haya habido tantos asesinos, genocidas y dictadores como en las otras; privilegio de ser comunista—.
Bien, retomando el hilo del artículo, diré que no estoy a favor de destruir el Valle de los Caídos, pero sí de sacar de allí los cuerpos de Franco y José Antonio Primo de Rivera, cuyo único logro en su vida fue ser nieto de otro dictador, menos violento, pero dictador, y reconvertirlo en un centro de interpretación de lo que supuso la barbarie de la guerra civil, la salvaje represión posterior, mientras el resto del mundo se debatía contra el fascismo, la posterior dictadura de 40 años y su sometimiento a la Iglesia Católica en un momento de la historia de esta en que no era la mejor compañera de viaje, pues tras haber conseguido tener un Estado propio (Véase Pacto de Letrán, Mussolini, Pio XI…), se dedicó a blanquear todo el dinero de la mafia Siciliana y sus socios americanos y transferirlo a la banca suiza —¿para qué si no querían ellos un Estado propio, verdad?—.
Tiene gracia, dándole vueltas al rizo, que fuera nuestro Rey Emérito el que decidiera enterrar allí, en un monumento en el centro de España, a quién lo separó del resto de su familia para educarlo a su imagen y semejanza e impidió que esta volviera a España, incluidos los restos de su abuelo, Alfonso XIII.

Antonio Marchal-Sabater

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