Sueño con tu mirada
y la distancia no me duele nada.
Juego con tu sonrisa
y el tiempo ya no corre tan aprisa.
Me acuerdo de tu rostro
y lo trueco en altar donde me postro.
Recuerdo tus caricias
y tu piel es un rito en que me inicias.
Me enfrento a este vacío
y el verso es el bastón con que me guío.
Me agarro a tu regreso
y cada amanecer me sabe a beso.
Me contemplo a la espera
y son tus dulces labios mi bandera.
Siento que no te has ido
y hasta mi corazón se vuelve nido.
Presiento que he de verte
y me adormezco en brazos de la suerte.
© Juan Ballester