Se me clavó en la mente tu mirada
mientras las golondrinas, con su vuelo,
pintaban travesuras en el cielo
de la mañana inmensa y soleada.
No pude resistirlo, fue una espada
que me causó nostalgia y desconsuelo,
tu mirada brillando entre tu pelo,
que me lo daba todo, o tal vez nada.
Yo no sé qué diablo, o qué querube
nos llevó hasta aquel parque, a aquel estado,
ni qué sucedió allí, qué es lo que tuve.
Sólo sé que mi alma abrió el candado
y que me vi flotando en una nube
herido ya de amor, ya envenenado.
© Juan Ballester