Señales
Tan sólo tú compartes esa muda tristeza
de la voz que agoniza en la mesilla.
El cuarto está vencido por las sombras,
la madrugada toma los pasillos
y te rodean todos los silencios.
Algo de pronto estalla,
como un grito pequeño que detiene el naufragio.
Quizás tampoco sea la palabra
el cabo que te salve;
pero poco te importa,
porque basta esa luz repentina en la noche
para saber que existes todavía,
para entender que es hora de que sigas nadando.
Mari Cruz Agüera