Si acaso te nombrase,
extrayendo del fondo
la inusitada luz donde te alojas,
volverían las sombras a beber de mi vientre
y habría entre mis manos
un exilio de pájaros;
con el vuelo desnudo de tu imagen
se marcharía el brillo que reaviva mis ojos
y sentiría el vértigo implacable
de mirarme vacía.
Te callo por tenerte dentro de mí, perpetuo.
Mari Cruz Agüera