Ella se detiene en la tierra seca.
Y se agacha.
La falda es demasiado larga y se la mancha de polvo pero a ella le da igual. Se siente cómoda en la madretierra.
Le gusta.
Y coge un puñado.
Lo huele.
Hace tiempo que no huele a nada. Lleva meses oliendo solo su cuello (el de él) pero hoy, lo quiere enterrar.
Y abre sus dedos y
sus uñas,
sus venas y
sus ganas.
Se abre entera.
Y baja la boca. Casi roza con los labios las palabras que van saliendo a borbotones y sin tregua por su garganta. Casi sangra de la emoción que la raja.
(Creo que pasa alguien por esta escena y se queda mirándola pero ahora, eso, no nos importa. )
Ella está entregada a su tierra. Susurrándole este poema que es su salvación, su dopamina y su adicción.
Ella,
por fin,
sabe que quien ha perdido,
es él.
mi angustia y mi risa,
a cambio de sus besos y su prisa… J. SABINA
Sin mí,
sólo serás un
hombre
en lugar de
ser el hombre más
maravilloso del
mundo.
Y sin mí,
tus días serán
iguales y perfectos,
alineados como
sueños ancianos
en una ciudad
impía
(me llevo también
las caricias
que inventé
para ti y
que te
enloquecían).
Sin mí,
tu piel dejará de
electrocutarse
en mi pelo y
en mi espalda,
en mi ombligo y
en mis piernas
(me llevo también
mis poemas).
Y sin mí,
desearás
(durante toda tu vida)
que no me hubiera
marchado
jamás,
sobre todo
cuando me
veas
(por amor,
mi amor)
desangrarme
de nuevo.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»
Blog de la autora